La recién estrenada (al menos en los cines de Argentina) película animada Flow del director letón, Gints Zilbalodis, ya cuenta con cientos de reseñas en los distintos portales y es candidata firme a ganar el Oscar el próximo domingo 2 de marzo en la terna “Mejor película animada” y “Mejor película extranjera”. Que es la historia de un gatito que intenta sobrevivir en un escenario en el que queda poco rastro de la vida humana, que se hace de unos amigos de otras especies con quienes van a superar distintos desafíos, que no existen diálogos (o las palabras, más bien) o que la animación es de una belleza hipnótica, son descripciones que estructuran una nota exprés de algún medio. En Humboldt Cultural Ambiental nos propusimos abordarla desde otro lugar.
El film salió casi simultáneamente con otra película animada en la que también son los animales quienes cobran protagonismo y viven locas aventuras donde aprenden a tolerar y convivir como una gran familia. Hablo de Robot Salvaje, de los creadores de “Cómo entrenar a tu dragón” y “Lilo y Stich”. Más allá de las similitudes, hay una diferencia que es clave: Flow asume el desafío de contar una historia desde la perspectiva de un gato. De un gato real. De hecho, los sonidos que emiten los personajes fueron tomados de animales reales. Flow es más parecida a un documental de National Geographic. En cambio, en «Robot Salvaje», vemos cómo se las ingenian para que, en pocos minutos, los animales hablen (con la voz de alguna estrella de Hollywood) y tengan personalidades que rápidamente vinculamos con personas que conocemos, o bien, con nosotrxs mismxs.
La novedad de Flow, además, es su ritmo. Este aspecto contradice las normas del cine pochoclero que imponen la presencia de un claro enemigo, un conflicto con momentos vertiginosos acompañado de música bien arriba, explosiones y gritos, guiños para lxs adultxs y, por supuesto, una moraleja. Por el contrario, Zilbalodis nos pone anteojos de felino y nos cuenta una historia que tiene vértigo, porque a los gatitos les encanta caminar por las cornisas, tiene momentos de acción, porque no es gato aquel que no permanece en estado de alerta (pupilas dilatadas), y que tiene momentos de calma parecidos a una meditación guiada.
El ser humano se extinguirá; bruto, tonto, siempre luchando contra la naturaleza en lugar de aliarse con ella, con la naturaleza que lo ayudará a ir hacia adelante y en todos los sentidos, más allá de los abismos y los torrentes y los derrumbes de la existencia. Todo lo que conocemos habrá acabado, otro ciclo comenzará y una nueva “civilización” se abrirá paso.
(…) Pero el gato sobrevivirá. No es tan estúpido como el ser humano. Sabe que debe tener a la naturaleza de su lado.
Carl Van Vechten. “El tigre en la casa. Una historia cultural del gato” (1920).
Este escenario imaginado por Vechten hace más de un siglo atrás, parece ser el punto de partida de la peli. Casualidad. Un gato gris de ojos amarillos se observa en el reflejo de un arroyo y, si prestamos atención, vemos un bote arriba de un árbol, señal de que lo que está por pasar ya sucedió otras veces. El director comentó en una entrevista que si prestamos atención podemos encontrar algunas pistas que nos permiten tener una experiencia más completa. Flow significa fluir. Un flujo que nos remite a la circularidad. Esto aparecerá más de una vez, en el sueño con los ciervos y en el “ascenso” del pájaro secretario, por ejemplo.
Una gran marea avanza arrasando con todo lo que encuentra a su paso. Incluso la casa y los objetos de algún ser humano amante de los gatos. El nivel crece al punto de que sólo es posible flotar para seguir con vida ¿Qué sentido tiene luchar contra esa fuerza? Hay que fluir. Pareciera ser que el paso de los tiempos de sequía a los de inundaciones se hubiera vuelto un tanto ecléctico, algo bastante verosímil si pensamos en los fenómenos climáticos del Niño y la Niña. Tan verosímil como la presencia fantasmal de la humanidad que se va despidiendo, que no sólo tiene una cuota de responsabilidad en el desastre, sino que además fue incapaz de controlar la situación y sobrevivir.
De acuerdo a los tiempos que corren, una moraleja políticamente correcta debería reflejar la importancia del trabajo en equipo, la empatía con el otro y el poder de la reconciliación. Pero ya dijimos que Flow no cumple con las recetas del mainstream. Lo que no quiere decir que no tenga un mensaje.
El periodista y fotógrafo Carl Van Vechten publicó en 1920 un ensayo de más de 300 páginas donde analiza el estado predomesticación de los gatos; sus características que, a pesar de ser todos tan diferentes, de algún modo comparten; su vínculo con el oscurantismo y también con el arte.
… el gato sigue siendo amigo de los humanos porque le agrada serlo, y no porque deba. Ingenioso, valiente, inteligente, en ningún sentido es dependiente, y puede volver al estado salvaje con menos reajuste de sus valores que cualquier otro animal doméstico.”1 (p.14)
Que el gato es independiente parece ser uno de los principales rasgos. Pero eso no quita que sea amoroso, que se preocupe por otros, o incluso, pueda conseguir aliados.
Los mensajes
Zibalodis dijo que no era su intención dar un mensaje simple y directo, que no se trata de superar los miedos, sino de convivir con ellos. Del mismo modo, tampoco es una historia donde se muestra que ser independiente está mal y trabajar en equipo está bien. “La verdad está en el medio”, expresó.
También explicó cómo, el camino del personaje del labrador, es opuesto al del gato. El perro aprende que tiene que ser independiente y el gato aprende la potencia de lo colectivo. Flow supera ese dualismo. Por más proceso de domesticación, el gato sabe valerse por sí mismo y es, a priori, bastante desconfiado. Ese desarrollo individual lo convierte en un personaje más rico y con mucho más para ofrecer a la manada. Tal es el recorrido del director, quien, hasta antes de este proyecto, estaba acostumbrado a hacer películas por su cuenta.
Pero también hay un mensaje que queda algo solapado por tratarse de una historia que hace foco en los personajes, pero que sin dudas está ahí. El carácter distópico de Flow nos hace pensar en lo que pasaría si continuamos subestimando al cambio climático, y lo primero que vemos es que los seres humanos se extinguieron. No así sus productos: los botes, los edificios, los utensilios que colecciona el lémur o las piezas de arte. El desastre natural es tal que vivir solo se trata de no morir. De hecho, (alerta de spoiler), se muestra más de una muerte.
La otredad significativa
La filósofa estadounidense, Donna Haraway, escribió un manifiesto2 en el que reflexiona sobre el vínculo de los humanos con las especies de compañía (y viceversa) como seres cohabitantes de una historia. Este vínculo tiene de trasfondo la pregunta por lo que se considera naturaleza y lo que se considera cultura. La propuesta de Haraway implica la implosión de ambas dimensiones.
En Flow vemos animales que cohabitaron con los humanos y que, históricamente, transformaron sus cuerpos, su genética, sus hábitos para sobrevivir. El gato le tenía miedo al agua y de pronto lo vemos buceando para conseguir alimento. Este proceso, entiende la filósofa, no es ni 100% natural o biológico, ni 100% cultural, es naturocultural. Este punto de partida nos hace ver a los animales como otredades significativas (en el manifiesto también se incluyen a las bacterias de la flora intestinal). Lo que nos revela esta línea de pensamiento es que la relación que mantenemos con los animales (y viceversa) influye en la historia. Desde este marco conceptual aconsejamos mirar Flow.