Mickey 17 y la fotocopia de lo sensible

Después del éxito rotundo de Parasite (2019), el director sur coreano Bong Joon-ho retorna nuevamente el género de ciencia ficción, presentando un futuro distópico, en la línea de su injustamente poco valorada Snowpiercer (2013)1. Ambas películas presentan un planeta Tierra devastado por la humanidad, una humanidad marcadamente segmentada, jerarquizada y militarizada. Por último, una posibilidad absurda de supervivencia.

En Snowpiercer, el mundo colapsa porque, en un intento desesperado por frenar el calentamiento global, se lanzan gases para enfriar la atmósfera, desarrollando así una nueva era glacial que destruye a toda la vida del planeta. Los humanos que sobreviven lo hacen dentro de un tren que no deja de circular dando la vuelta al  mundo en medio de la nieve. En el tren se reproducen de manera condensada todas las injusticias y diferencias sociales que conocemos, que vivimos.

Curtis (Chris Evans) avanza entre los pasajeros de la cola del tren en Snowpiercer (2013), una alegoría distópica sobre la lucha de clases confinada a un mundo congelado sobre rieles.

La nueva película está inspirada en la novela Mickey 7 (2022) del escritor estadounidense Edward Ashton. En términos comerciales, muchos críticos (o muchos medios periodísticos) sostuvieron que la nueva película de Bong Joon-ho, protagonizada por Robert Pattinson, fue un fracaso. Poco importa.

Hay una nave comandada por un líder político y militar, explorador, demente. Hay un grupo de personas con funciones asignadas (científicos, milicia, mecánica). Hay un humano «prescindible» llamado Mickey. Su función es ser el primero en cualquier incursión riesgosa, ya que tras un proceso científico puede ser reimpreso indefinidamente. Sí, reimpreso. Morir y reaparecer. Su cuerpo y su conciencia. Al mejor estilo de la serie Black Mirror, puede ser fotocopiado. Sin importar cuanto sufra en el proceso, puede morir y renacer por el bien común (aunque lo hace porque un contrato sin escapatoria lo obliga). Un cuerpo que no puede ser cientos de miles, como en el mundo actual, sino que se limita a uno, plausible de reproducción, desechable. En la nave no cabe una clase obrera, tampoco hay recursos suficientes. Alcanza con uno y su repetición. Cada uno de los miembros de la expedición está sujeto a un estricto control y a posibilidades muy acotadas, salvo (claro está) el capitán y su esposa.

Todos morimos un poquito cada vez que hacemos algo que no nos gusta.

En el otro extremo, como antagonista, en el personaje de Kenneth Marshall, interpretado magistralmente por Mark Ruffalo, tenemos al líder ególatra y despiadado que cree ser imprescindible para la humanidad. Un personaje que por momentos parece tomado de la película Don´t look Up (2021), o también tiene algo de Trump, de Musk y de Milei. Este personaje nefasto, acompañado de su esposa, que no se queda atrás, potencia el estereotipo de una especie de monarquía medieval en decadencia. 

La ciencia funciona, «lo viejo funciona, Juan» (y lo nuevo funciona también). Lo que destruye es, ni más ni menos, lo que quiere sobresalir, sobrepasar y segregar. Como si en un engranaje uno de los dientes fuese el doble de largo que los otros o pretendiera traccionar de manera distinta. Marshall y el jefe de los científicos que intenta satisfacerlo sin cuestionamientos acatando toda atrocidad, son el ejemplo más obvio. Cada línea argumentativa evidencia esa desigualdad desproporcionada de clases. Una corte llena de bufones.

La deshumanización vuelve a aparecer, como en Snowpiercer. 

Hannah Arendt, al referirse al nazismo y a los totalitarismos, afirmó que «La muerte de la empatía humana es uno de los primeros y más reveladores signos de una cultura a punto de caer en la barbarie»2. En la primera escena, Mickey 17 cae por una grieta en un paraje congelado y afirma que esta es una de sus muertes más absurdas. Su compañero, Timo, con un poco de esfuerzo puede salvarlo, pero como es un prescindible no vale la pena arriesgarse (Timo es el timador de Mickey a lo largo de toda la historia). Imprimirán otro al volver a la nave. No importa el sufrimiento. No importa que Mickey experimente dolor y tormento cada vez que muere y que, además, recuerde cada una de esas muertes. A partir de esta escena, un flashback nos lleva de regreso al Mickey original, el que vivió en la Tierra. A lo  largo de la película presenciamos muertes cada vez crueles y la falta de empatía de distintos personajes. Como si la crueldad y el delirio de Kenneth Marshal se derramara sobre los súbditos, como si esa falta de empatía respondiera a la copia de la copia de la copia de la insensibilidad, cada vez más opaca, más manchada, más ilegible.

Kenneth Marshall (Mark Ruffalo) y su esposa Ylfa (Toni Collette). La mirada sociopolítica del director recorre toda la película: estaríamos mejor sin líderes.

Todo se justifica por ese contrato firmado con desesperación y sin conciencia (jamás lo leyó), el único boleto de escape del planeta para Mickey, que no tenía nada en concreto para ofrecer a la expedición de la humanidad en busca de nuevos horizontes. Él se ofrece como prescindible: un cuerpo que es carne de cañón ante cualquier posible amenaza. La atmósfera de un planeta nuevo, el congelamiento,  la exposición a la radiación, las heridas mortales, la experimentación médica. Pero los Mickeys no son prescindibles para toda la tripulación. Una de las científicas siente empatía por él. Una de las expedicionarias lo ama. Esos actos de amor permiten que la trama funcione de otro modo.

Lo único que lo exonerará de esa prescindibilidad es la empatía de los extraterrestres y el amor de Nasha. 

Algo curioso y disruptivo es el método de clonación. Una impresora que recompone el cuerpo de Mickey a partir de desechos orgánicos y que genera el cuerpo con cierta lentitud, atascos y avances abruptos como los de una impresora de papel. La conciencia y los recuerdos de Mickey se almacenan en un ladrillo. Literal y absurdamente: un ladrillo de barro cocido. El símbolo del avance de la humanidad. El ladrillo, como objeto, presenta esa dualidad: es sólido pero quebradizo; es inútil en su singularidad , pero en conjunto forma una pared. No un chip, no el cobre y los metales de una plaqueta, sino el barro cocido en su porosidad es lo que puede albergar la identidad, los recuerdos, la conciencia de Mickey. Es, a la vez, fundamental y prescindible. 

La  película está cargada de símbolos y detalles minuciosos con gran poder significativo, muchas veces aportados por los planos y la fotografía, un sello típico del director. La vestimenta, la alimentación, la paleta de colores, los gusanos dentados que habitan en el lugar. 

Los gusanos (creepers) muestran lo contrario a la humanidad o al capitalismo corrupto que llega para colonizar salvajemente. Los gusanos no agreden, viven con lo que necesitan sin afectar al resto. Tienen un sentido de la justicia. No buscan venganza, solo uno por uno.

En sintonía con el mensaje de la película, recientemente el actor Mark Buffalo se descargo con un duro mensaje contra Trump y Musk:  “No persigas a los que curan el cáncer, sino a los que te lo provocaron”3 reclamó con dureza el actor refiriéndose recortes en investigación científica, salud y medio ambiente de la administración Trump (¿Te suena?).

“No se enojen con quienes literalmente cosechan los alimentos para vos y tus hijos. Enojáte contra quienes hicieron su fortuna robando tu salario y tu preciado tiempo”. Fragmento de la carta abierta de Mark Ruffalo dirigida a la clase trabajadora estadounidense.

Mickey 17 es un plato con muchos ingredientes: clonación, colonización planetaria, desigualdad de clases, líderes despóticos, abuso de poder y de la violencia, personajes revelados. 
Casi una copia de la realidad.  


  1. Snowpiercer es una película surcoreana de ciencia ficción rodada en inglés, dirigida por Bong Joon-ho y escrita junto a Kelly Masterson. Estrenada en 2013, la obra adapta la novela gráfica francesa Le Transperceneige (1982), de Jacques Lob, Benjamin Legrand y Jean-Marc Rochette. En 2020 se estrenó una serie homónima que expande el universo narrativo de la película, funcionando como un reinicio que profundiza en la dinámica social del tren y los orígenes del sistema postapocalíptico que lo rige. ​ ↩︎
  2. Esta frase, a menudo atribuida a Hannah Arendt, se vincula con el concepto de «banalidad del mal», que ella desarrolló para explicar cómo la normalización de actos o situaciones malignas puede llevar a la pérdida de la sensibilidad y la ética.  ↩︎
  3. https://www.eldiarioar.com/espectaculos/mark-ruffalo-explota-trump-carta-clase-trabajadora-estadounidense-apuntando-no_1_12369889.html ↩︎

Marto Calabrese

Doctor y docente de Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación y en la Facultad de Artes (UNLP). Se especializó en el área de Lieratura Española y la Historia de la Cultura Impresa, analizando los matices significativos de las diversas ediciones argentinas del Quijote.

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