Al hablar de extractivismo vienen a nuestra mente relatos y postales de tiempos remotos, como práctica humana para dominar y transformar a lo terrestre bajo la intervención tecnomaquínica del planeta. Sin embargo, esta unilateralidad extractivista como principio de supervivencia está dejándonos al borde de lo extinto, incluyendo a nuestra especie entre aquello que sin dudas dejaría de existir, mientras la Tierra como sistema vuelva a sintonizar y recuperar su equilibrio vital. En esa imagen la humanidad sería como un cónclave de insectos que tercamente se aferran a la corteza de una rama antes de ahogarse en su propia conquista.
El significado de garimpo refiere a un tipo de minería artesanal de subsistencia, trabajo al que se someten restos de personas en bajísimas condiciones de vida. Esa miserable capa de lo posible, conformada por una larga cadena de seres-empresas-instituciones neolatifundistas, intentan seguir tomando el rol humano como aquella pancarta moderna de la transformación y dominio de la materia, cuando en realidad se(nos) están enterrando en su propia ruina. Los atentados garimperos a comunidades indígenas son unos de los peores flagelos y amenazas a las que guardianes originarios continúan enfrentándose, tras siglos de exterminio y dominación occidental. Podemos leer en el texto «Maldesarrollo», ese pilar conceptual del ambientalismo latinoamericano escrito por Maristella Svampa y Enrique Viale: “Desde nuestra perspectiva, creemos que, en no pocas ocasiones, la posibilidad de abrir un debate público sobre los antagonismos que se van gestando a partir de las nuevas dinámicas del capital se encuentra obturada no sólo por razones económicas y políticas, sino también por obstáculos de tipo cultural y epistemológico, que se refieren a las creencias y representaciones sociales. Con ello buscamos subrayar la importancia que adquieren ciertos imaginarios y narrativas nacionales –y regionales– acerca del desarrollo y el progreso, íntimamente ligados a una determinada concepción de la naturaleza americana.”
Con esa ansia para exhumar toda señal vital de lo que pervive intacto, es como se presentan los grupos humanos dedicados, por ejemplo, a la explotación forestal. Poniéndose al frente de compañías calificadas de “sustentables” sólo por mermar la voracidad de desmonte, sin ni siquiera imaginar la posibilidad de paralizarlos por un segundo. En el Chaco argentino se aprobó hace un mes una ley que autoriza el desmonte de más de un millón de hectáreas de monte nativo, permitiendo que se ejecute un irrecuperable e irreversible retroceso, ambiental y humano, que a su vez será la causa de (muy) próximos efectos ecosistémicos que afectarán y pondrán en riesgo a generaciones de interespecies enteras. El irreemplazable bioma amazónico del que también somos parte se ha visto aniquilado en niveles nunca vistos, avaladas en principio por las gestiones bolsonaristas, y sostenidas por algunos funcionarios actuales a través de negociaciones derivadas del lobby agroproductor. Ciudades enteras barridas por la falta de bosque, de mato, de monte. Si los árboles se cortan, se sacan, se mueven, se mueren, vamos nosotros con ellos.
Antes y después. Gancedo, camino a la reserva Campo del Cielo Pigüen N´onoxá. Fotos: Cecilia Lis García
¿Quiénes se beberán por sus raíces toda el agua que va a llover, que volará y viajará desde los mismos polos derretidos por la involutiva marcha extractivista tecnocapitalista? ¿Cuáles son los nuevos valores que necesitamos instaurar como colectivo humanitario?, ese que proviene de un mismo hummus pero intercambia las formas, las difiere para que aprendamos a convivir en cuanto seres universales; que por más escala hormiga que tengamos ganas de sentirnos le pasamos a todo el cosmos y es nuestra presencia también la que está siendo escaneada a full print tamaño A40000; con un nivel de auroras boreales inéditas registradas el pasado mes de mayo, llamaradas solares de rangos altísimos impactando sobre el manto electromagnético de Gaia.
Al extractivismo, en su condición/concisión de foráneo, no le interesan las escalas discretas, modestas, sino que ansían abarcar lo máximo posible para su explícita explotación. Al aire libre, a cielo abierto, con nuevas, totales e impasibles devastaciones de lo posible, a escala humane y no humane. No le interesa lo pequeño, lo continuo y persistente, lo diverso y cíclico. Sólo puede erigirse de forma maquínica y abusiva por no exhibir siquiera una mínima empatía por lo viviente. Para hacerlo con total impunidad anestesia y se anexa al capitalismo local, con una suma considerable de divisas de siempre dudosa gestión, cuyo lema a perpetuar es el debilitamiento y aniquilación de lo salvaje y de toda singularidad ecosistémica, junto a quienes estén en su defensa. El extractivismo de lo natural y de lo humano guarda o cuida pocas cosas además de capital. En base a esto podríamos entender cierta analogía entre el extractivismo y su condición de colonialidad/esclavitud, la unión y ejecución por semejanza en sus efectos de devastación terrestre y humana, tomando a la tierra, nuestro primer cuerpo, y a lo humano, como existentes capaces de ser explotados por igual, capaces de asumir esa condición mísera por la base existencial de una orden jerárquico-colonial, observando esto como paradigma feudal que aún pervive en un plano histórico en el que tendría que haber sucumbido.
El sistema de minería se propone como proyección de vida que ya trasciende lo económico o productivo, para aplicarse a niveles culturales, sociales, como postura paradigmática ultramoderna basada en la extracción y aniquilación de toda esencialidad de vida. Esta postura inhumana apunta a establecer rangos cada vez más altos de vulnerabilidad cultural, simbólica y económica como estrategia de apropiación y disciplinamiento, a base de castigos y premios geoestratégicos, mientras ciclos ecosistémicos ineludibles para toda vida son comprados o tomados como trofeos de guerra contra un planeta al que hay que humillar y exterminar como condición del progreso que se proclama como válido. Sujetando en alto la falacia de creer que es posible “extraer algo” de la Tierra, intentando pasar por alto su potestad planetaria, en la que nada queda por fuera sin sentir sus efectos o consecuencias, en una sucesión lo suficientemente germinada y establecida mediante pactos orgánicos que nos sobrevivirán a pesar de este colapso. La vida se ha propagado una y otra vez, y seguirá persistiendo.
Fotos: Eduardo Panelli
Este sistema se convalida a través de prácticas como la irrupción de megaestructuras tecno-extractivas en biomas conservados, con el único propósito de socavar suelo y salud de los ecosistemas que allí existían. El trastoque brutal de vida por mercancía. Y en esa ecuación se incluyen pueblos, comunidades, familias y proyectos que se vulneran a velocidad e impunidad atroces. Su invasión replica ecos transhistóricos de poder sobre otros, con la necesaria inserción socio-cultural del concepto de sacrificio. Término que en otros tiempos aludió a lo que se daba como ofrenda, como inmolación asumida desde el sentido de lo ritual. Concepto establecido en la actualidad como denominación para localizar ciertos sitios en función de sus recursos naturales, entendidos como capital extraíble.Y además, aunque parezca mentira, también siendo asumido como valor, como condición lograda por los individuos que se sienten identificados con el paradigma de la actual extrema-derecha: el sacrificio como actitud de superación psicomoral, ante un horizonte que delata las peores expectativas de vida, de cara al futuro. Toda esta conversión ultraliberal de nuestros modos actuales de subjetivación y percepción, acarrea, por lo pronto, estas consecuencias irreparables tanto en el campo de la psique humana como en el manto geológico terrestre. En ese sentido, por ejemplo, se dieron a conocer estudios de la Universidad de Boston que nos revelan la relación que existe entre el aumento de riesgos de enfermedades infecciosas y la pérdida global de biodiversidad, el cambio climático y la intervención humana mediante especies invasoras para moderar efectos de malas praxis ambientales. Para poder extraer es condición primero extraerse, o considerar la posibilidad de hacerse ausente de este contexto vital, o mejor dicho, de “eso” que se está por vulnerar. Disociarse del autosacrificio. Y esto gracias a la valoración exagerada de ciertos mecanismos de poder implícitos, organizaciones fundadas en privilegios de propiedad sanguínea, con ideologías de perfil fascista y línea fundamentalmente patriarcal y opresiva, que no pueden siquiera imaginar una sustentabilidad de base comunitaria y perma-ecocultural. Su propiedad privada es la única perpetuidad que ven, mientras aplastan una mosca con un gesto de derrota.
La metodología extractivista también destruye discursos, mediante mecanismos de censura como los implementados por el actual gobierno argentino, prohibiendo el uso de términos como “biodiversidad” “sustentabilidad”,“agroecología» y “cambio climático”, entre otros. Las redes sociales por ser virtuales no se excluyen de estos efectos, siendo controladas por corporaciones high tech deshumanizantes, en adhesión a lo que se viene describiendo, pertenecientes a personajes unilaterales y caducos en su desesperada carrera de carretas algorítmicas para lograr alcanzar esa criogénesis o eternidad
que magnetiza y surce invisible
la vida en este único planeta
planta agua tierra metal aire
donde quedarán/volverán sus mismos restos
sin yaci / mientos
inexo e inmejorablemente
siendo polvo que luego rondará por esos mismos
abismos consensuados
sin recibir ni el abrazo de ríos vaciados
de legados originarios saqueados
hasta en sus fosas de vuelta a casa
esa obsesa avaricia avanza
sin embrión posible
solo un oscuro manto acuoso y furioso la sigue vaya donde vaya
para borrarla una y otra
vida y vez
La red que expolia a veces no se distingue bien
de la que alimenta nuestras fauces y mentes
la colonia y su protectorado
depredatorio
de código genético distorsionado
en el cuadro total de la magna existencia
su capricho imperil
nos puede costar todo
lo que conocemos como
ethos
nuestro único
hogar del ser // lugar para ser
Cuando nos permitimos considerar la aparición del rango de lo diferente a lo que proponen las posturas y discursos, en disidencia con este status-cada-vez-más-quo. Cuando podemos dejar de hacer foco en las distintas formas que tenemos encima para entretenernos y controlarnos, y nos sumergirnos de lleno en el caos interdependiente que nos viene conformando; puede que aparezca ante nuestra consideración un tipo de orden implícito natural que sigue integrando a diario la diversidad de seres y sentires. El acudir a tecnologías tan naturales e inagotables como la respiración, el movimiento, la conexión empática. Para ser dignos transeúntes de este fragmento orbitante del cosmos, y nos animemos a repensar cómo seguir sosteniendo nuestra vida en este planeta juntos. Y al mismo tiempo intentar salir de la mente de manada, en la que se asumió una postura única como válida, para aperturar la aparición de las múltiples maneras que necesitamos aprender a asumir de modos inéditos y nuevos. Como humanos no podemos quedarnos atorados en un único punto de vista negacionista tecnoliberal, que además de obtuso y caduco nos está llevando a un suicidio tan masivo como seguro.
En este presente orwelliano como nunca antes, entre el nítido discernimiento y la oscura conciencia de lo que está por venir, podamos volver a pensar las ideas de: Reunión – Conservación – Reforestación – Reconocimiento – Revalorización – Relectura – Reparación humana y terrestre. Aunque también sea cierto que nos estamos despidiendo de la forma que tuvo la Tierra. Da la incómoda impresión de que no volveremos a ver este planeta como veníamos haciéndolo hasta ahora.
A modo de hasta luego pongo a disposición algunas acciones que se vienen dando para encarar este aparato extractivista, que considero semillas de sociedades un poco más genuinas y no tan libres, sino liberadas. Dice Byung-Chul-Han, citando a Marx en su texto Psicopolítica: “Solamente dentro de la comunidad con otros todo individuo tiene los medios necesarios para desarrollar sus dotes en todos los sentidos; solamente dentro de la comunidad es posible, por tanto, la libertad personal. En consecuencia, ser libre no significa otra cosa que realizarse mutuamente.” Para darles las gracias a las campañas de reforestación colectiva que se vienen organizando y revitalizando entre agrupaciones y ciudadanos civiles. A las redes de mujeres guardianas y guardadoras de semillas. A las gestiones de redes colaborativas que interconectan a agentes e instituciones del arte, la cultura y la ciencia como asociaciones, museos, universidades, municipios, en mancomune con la comunidad, para la articulación y desarrollo de espacios de transición y cambio ecosocial, de bases ambientales y culturales transglobales. A los proyectos de recuperación de islas o bosques nativos, basados en valorar a la biodiversidad como tesoro, como indicador y señal a prestar atención con otros ojos, no con los lentes de ceguera ultracapitalistas, sino con esa mirada afecta, alerta y presente sobre los seres que compartimos en esta unidad cada inhalar y exhalar, cada gota, cada piedra, cada andar. Al trabajo conservacionista de organizaciones y colectivos ambientalistas, por proteger con la propia vida lo que aún intenta persistir vivo. A todas las personas que se dedican a estudiar, conocer y cuidar al mundo fúngico y su modo de conectar y sostener diversos estratos de lovivo. A los que ayudan a generar conciencia para la preservación y sensibilización sobre los entornos interbióticos naturales, en cuanto a su rol necesario e irremplazable; y por último, entre miles de referencias más, a quienes trabajan en la consideración de los ecosistemas oceánicos y antárticos no como sitios por explotar sino como hitos claves para la consecución de eventos e interacciones de lo natural que nos resultan ineludibles para mantener nuestra supervivencia. Podemos ser testigos y parte del nacimiento de una nueva forma de atención, de percepción, de reconocimientos y representaciones mutuas como lenguajes de un nuevo co-existir terrestre, como humanos junto a lo no-humano, perpetuando el cuidado de todos por sobre el capital y su dominio, antes que sea muy tarde para lograrlo.
0 comentarios