Cuando pensamos en la expresión «cadáver exquisito», una de las primeras cosas que se nos viene a la mente es el juego surrealista de escritura o dibujo grupal, en el que cada integrante escribe algo y pliega el papel, para que el siguiente participante no lea las palabras previas, dando origen a un texto desarticulado, disparatado. Quienes hayan escuchado a Fito Páez, también recordaran su canción. En cierto punto el lenguaje, a veces, se torna por diversos entramados, difuso.
¿Qué es un cadáver? Esa imagen viene después.
La novela de Agustina Bazterrica da una vuelta de tuerca inesperada a esa expresión del juego colectivo. Ese cruce de palabras que a los surrealistas les sonaba ilógico, se vuelve un sintagma transparente: cuerpo humano sin vida que se destaca por la delicadeza de su sabor.
La lengua española tiene esta particularidad: palabras que se utilizan para referirse a humanos y que no se utilizan para referirse a otros animales o seres vivos.
«Matar» puede referirse a cualquier ser vivo, pero «asesinar» solo admite un objeto humano.
«Cuerpo» puede referirse al de cualquier ser vivo, pero «cadáver» específicamente se refiere a un cuerpo humano, sin vida.
«Res» se refiere al cuerpo de un animal faenado. «Carne», en Argentina, parece referirse exclusivamente al cuerpo de las vacas.
Una distopía en la que, después de una guerra bacteriológica, un virus misterioso que afecta a todos los animales los vuelve mortales para el ser humano. Todos los animales terrestres deben ser sacrificados. De este modo el consumo de carne se torna un problema. Bajo este axioma, la solución, quizás no tan sorprendente: el consumo de carne humana.
Cadáver exquisito (2017) de Agustina Bazterrica está traducida a 26 idiomas. Obtuvo el Premio Clarín de Novela en 2017 y el Ladies of Horror Fiction Award en 2021.
La trama es la de un hombre descontento con el sistema, pero metido en el engranaje sin poder salir. Se legaliza la producción y el consumo de carne humana como la única vía (inevitable) de preservación de la especie. Seres humanos que se separan, se modifican genéticamente y se destinan a la crianza bajo condiciones de crueldad, para ser faenados y consumidos. El viejo entramado de criaderos, mataderos, carnicerías, curtiembres, con sus personajes, se adapta al nuevo producto. La «carne especial» es el nuevo producto alimenticio. Dentro de este nuevo paradigma, hay procedimientos legales e ilegales. La crueldad atraviesa cada página, cada piel.
Lo que me llamó la atención de la novela es que el argumento general, pasadas las primeras páginas, deja de sorprender. Habiendo sido criados y socializados en un entorno capitalista, no nos sorprende tanto el hecho de que haya conjuntos de humanos segregados de la sociedad, deshumanizados, cuerpos mercantilizados. Nuestra sociedad se construyó gracias a la esclavitud.
La novela no da detalles sobre su propia pre-historia. Lo que nos enteramos es esquemático, a veces, confuso. Un elemento trabajado en la novela, tanto en la narración como en el argumento, es la elipsis. Hay una gran cantidad de cosas que no deben decirse, porque el castigo es ir a parar al matadero municipal. No pueden nombrarse los cadáveres humanos como tales, porque el entramado social de la novela prescribe que lo que se come es un nuevo tipo de carne. El castigo, para cualquier ilegalidad y cuestionamiento a este nuevo sistema es ser derivado al «Matadero municipal», para convertirse en carne.
Lo que vuelve la lectura incómoda no es, como dijimos, el contexto general, sino la cantidad de detalles sobre lo que verdaderamente ocurre con los animales en la actualidad (la gran cantidad de elipsis sobre la que se sostiene nuestra sociedad), y que aparece reflejado en la novela a través de la práctica en los cuerpos humanos.
Las preguntas que atraviesan la lectura van siempre en dos sentidos:
- ¿Hasta dónde es capaz de llegar la humanidad para enriquecerse o perpetuar la especie?
- ¿Hasta dónde soy capaz de llegar para satisfacer cada una de mis necesidades?
Saturno devorando a su hijo, Francisco Goya 1820 /1823.
Una de las corrientes vanguardias artísticas más desatacadas de América latina tenía como premisa el concepto de antropofagia, una práctica habitual en diversas culturas americanas precolombinas. Pero la distopía que plantea la novela no tiene que ver con eso. Puede relacionarse con el mito de Saturno, que debe devorar a sus hijos para perpetuarse y evitar su destrucción.
En diversas entrevistas la autora plantea que la finalidad de la novela no es convertirse en un panfleto vegano, sino plantearse como un texto disruptivo en la cultura y la matriz capitalista de hoy, con una finalidad artística. Lo llamativo es como el horror nos paraliza y nos atrapa en la lectura. Porque la voz del narrador incorpora, entre tanta crueldad, ciertas notas de ternura, dramas y temas familiares que conmueven y generan empatía hacia un protagonista atravesado en esa nueva realidad, en la cual se constituye como parte.
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