Sumergirse en aguas marrones

por | 21 / 03 / 24 | Artículos

Los cursos de agua son capaces de recorrer largas distancias,
de encontrar nuevos caminos, de sumergirse dentro de la tierra y, por qué no, de volar.

Futuro Ancestral, Ailton Krenak

Llovió cuatro días seguidos. El 65% más de lo que se esperaba en la Ciudad de La Plata para el mes de marzo. Cuando no llovía el cielo se mantenía cubierto con distintas capas de nubes completando toda la escala de grises posible. Y si asomaba el sol, sólo servía para hacer el aire menos respirable. Temporada de melenas infladas, libélulas— popularmente conocidas como helicópteros o alguaciles —, hongos y comunidades de hormigas por lugares inesperados.

Hace poco más de un año, el arroyo El Pescado de la Ciudad de La Plata se secó por completo. Se convirtió prácticamente en una avenida ancha; un nuevo circuito para lxs ciclistas; una peatonal con peces putrefactos; botellas de todos colores; e incluso antiguos tesoros, como una barcaza de principios del siglo XX, la estrella entre los hallazgos. Un vecino capturó tortugas en un balde e improvisó una reserva en el patio de su casa. Hubo jornadas de limpieza que colmaron camionetas de bolsones repletos de basura de todo tipo.

Arroyo El Pescado agosto de 2023

Un día las lluvias devolvieron el caudal. Hoy es difícil hacer pie. El arroyo está vivo.

Desde el puente que conecta Ignacio Correas con Villa Garibaldi, se pueden ver distintas actividades. Personas caminando, navegando, pescando o tomando mate. Rara vez, —incluso en los días más calurosos — veremos personas bañándose ¿Por qué? ¿Acaso no se trata de uno de los arroyos menos contaminados de la provincia? ¿Qué es eso que hace que unas aguas sean más sumergibles que otras? ¿Es su color? ¿Son sus costas? ¿Lxs puestos de bañerxs? ¿El marco turístico?

Arquitectura Rioplatense es una organización que propone talleres, charlas, visitas y caminatas, que combina arte y arquitectura, las trayectorias académicas y el intercambio de saberes. El sábado 16 de marzo, alrededor de 50 personas se encontraron en el arroyo El Pescado para realizar una sumergida colectiva. Franco Palacios Beltran y Antonela Andriola, quienes organizaron el evento, reconocieron cierta curiosidad por zambullirse, pero al mismo tiempo miedo: de no saber dónde pisamos, qué habrá abajo, qué tendrá el agua…

Mientras nuestro actual presidente no pierde oportunidad de exaltar el individualismo y desprestigiar el colectivismo, una buena parte de la sociedad apuesta a los colectivos, a la solidaridad, a estructuras cooperativas y las acciones en conjunto. Como ésta, que tuvo como objetivo despojarse de las inseguridades que impiden que nos sumerjamos en aguas marrones y podamos disfrutar de ese entorno desde adentro, siendo parte.

El encuentro convocó a profesionales de distintas áreas, artistas, estudiantes, vecinxs, y tuvo una invitada especial: Gabriela Cabezón Cámara, escritora de “La virgen cabeza”, “Las aventuras de la China Iron” y “Las niñas del naranjel”, entre otros títulos. Antes de leer el capítulo de un libro que seleccionó para la ocasión, incentivó a materializar —y viralizar— más proyectos comunes vinculados a la protección del medio ambiente, proyectos concretos con gente concreta.

Gabriela trajo a la ronda que bordeaba a un enorme charco, al filósofo brasileño Ailton Krenak. Con las chicharras como banda de sonido , leyó:

“Los ríos, esos seres que siempre habitaron los mundos en diferentes formas, son quienes me sugieren que, si hay un futuro a pensar, ese futuro es ancestral, porque ya estaba aquí. Me gusta pensar que todos aquellos que invocamos como devenir, son nuestros compañeros de viaje, aunque inmemoriales, ya que el paso del tiempo acaba por volverse un ruido en nuestra observación sensible del planeta. Pero estamos en la Pachamama que no tiene fronteras y entonces no importa si estamos arriba o abajo del Río Grande. Estamos en todos los lugares porque en todo están nuestros ancestros, los ríos-montañas, y comparto con ustedes la riqueza incontenible que es vivir esos presentes.”

Mientras leía, una intensa resolana levantó la temperatura y calentó los cuerpos. Ni bien terminó, alguien dijo ¿Nos metemos?”. La ronda de personas fue reemplazada por montículos de ropas y mochilas. El primero se tiró sin dudarlo. Le siguieron los demás en una especie de procesión. La escena se parecía un poco a un bautismo. Tras cada zambullida se escuchaban risas, gritos, comentarios. Un ciclista que pasaba vio el espectáculo desde el puente y bajó inmediatamente para sumarse a la sumergida. Otro que miraba con cara de amargado dijo “yo me metí mil veces” como para evidenciar que ese grupo de personas no estaba descubriendo nada nuevo. “La gente llama a la gente”, dijo un nadador. ¿El individualismo a quién llama?

Tenía decidido no escribir esta crónica en primera persona. Hasta acá iba bien. Pero otra vez llovió muchísimo y me vi obligada a soltar la computadora porque el agua empezó a entrar a la casa. Mientras estrujaba toallones y arrastraba el secador mecánicamente no podía dejar de pensar cómo el agua nos reunió días atrás y todo fue alegría. Hoy genera angustia. Y las conclusiones son siempre excusas. La política pública — si la hay — es paliativa, más nunca aparecen soluciones estructurales con perspectiva ambiental. Caí en la cuenta de que faltaban exactamente dos semanas para el 2 de abril y me pregunté si es posible hablar de agua sin pensar en la inundación del 2013.

Julieta Nava

Comunicadora (FPyCS Universidad de La Plata). Gestora cultural. Feminista

Creative Commons CC BY-ND 4.0

1 Comentario

  1. Betina Galarza

    Hermosa crónica del bautismo colectivo en el arroyo! El agua es sanadora cuando se salvaguarda la naturaleza, cuando se respetan sus tiempos y ciclos. Y quién sabe qué pasaría si este humedal no estuviera casi intacto, los poblados adyacentes cómo atravesarían una lluvia como la de ayer!.

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