“El urbanismo moderno no nace contemporáneamente a los procesos técnicos y económicos que dan nacimiento y transforman la ciudad industrial, sino que se forma en un tiempo posterior, cuando los efectos cuantitativos de las transformaciones en curso se han hecho evidentes y entran en conflicto entre sí, volviendo inevitable una intervención reparadora”. (Secchi: 2014)
El mismo autor en su último libro La ciudad de los ricos. La ciudad de los pobres (2014), comenta : “cada una de las veces que la estructura de la economía y de la sociedad cambian, la cuestión urbana vuelve al primer plano” por lo tanto, “la crisis económica mundial actual se nos presenta como un punto de inflexión en el desarrollo urbano”.
Bombay, India. Los techos azules son lonas diseñadas para proteger contra el el viento monzón.
Foto: Johnny Miller.
Una visión panorámica
Este 8 de noviembre de 2024 para conmemorar el Día del Urbanismo, se considera importante reflexionar acerca de él como disciplina, pero también de naturaleza interdisciplinar. Así, se puede colaborar pensando en las posibilidades de reducir la indignidad en la que viven muchos conciudadanos y mejorar nuestras ciudades, donde vivimos el 94 % de los argentinos. Aunque siempre será una decisión de política urbanística.
En el campo académico se reconoce al urbanismo, como una disciplina que alude al estudio sistemático-analítico, evolutivo, comparativo, explicativo y valorativo – del fenómeno urbano que por extensión muchas veces ha sido aplicado al contexto rural / regional en que está inserta la ciudad. También conforma el campo teórico-reflexivo y proyectivo respecto al hábitat urbano que impregna y nutre tanto al diseño urbano como a la planificación en ámbitos urbanos. Pero el urbanismo, por la naturaleza de la complejidad del fenómeno que estudia, necesita y debe estar atenta al aporte interdisciplinario, como la sociología, la economía, la ecología, las ciencias políticas y las de administración y gestión, entre otras. Aunque tradicionalmente se ha organizado como una disciplina explicativa de los resultados físico-espaciales de la configuración urbana.
En la práctica, el urbanismo colaboró aportando diferentes técnicas y teorías. Algunas que surgieron por la necesidad de modificar el ambiente social y terminaron siendo modelos de diseño o tuvieron su origen en un país y fueron aplicadas en otro. Se utilizaron reiteradamente en diferentes intervenciones urbanísticas, por ejemplo: en la creación de nuevas ciudades; en políticas de ordenamiento urbano y territorial de ciudades existentes con proyectos e intervenciones de ampliación o extensión de trazas y/o tejidos urbanos; en la incorporación de nuevos espacios para actividades de tipo social en la ciudad, como pueden ser nuevos equipamientos, parques y plazas; en proyectos y operaciones de renovaciones de trazas y/o tejidos, con incorporación o no, de nuevos espacios de actividad; en proyectos e intervenciones de mejoramiento urbano con adaptación de los espacios existentes a nuevos requerimientos; o en aquellos que suman nuevas modalidades de utilización de espacios públicos y privados, entre otros.
Algunos de los enfoques tienen más de dos siglos; otros no tienen más de veinte años. Sin embargo, la mayoría se sigue aplicando con algunas adaptaciones al tiempo y lugar; a los fines y requerimientos y con lenguajes y tecnologías contemporáneas. Pero también han ido adaptándose a las modalidades de visión y de gestión particular en cada circunstancia social, económica y política, aunque como dijo J. E. Hardoy (1989:98) “En casi todas las ciudades capitales – de América Latina – y de mayor población, en alguna medida fueron incorporadas soluciones basadas en teorías y prácticas europeas, aún para enfrentar problemas menores”
Pero acercarse a estas ideas para interpretar la complejidad y multidimensionalidad de la ciudad “será necesario tomar alternativamente distintos puntos de vista, cada uno de los cuales tendrá sus propias reglas y coherencia, resolviendo sólo aspectos parciales de la realidad. Cada acercamiento dispone de sus propios conceptos, teorías y metodologías aceptadas y constituye una aproximación epistemológica distinta y específica al objeto ciudad. Estas aproximaciones conceptuales se acercan a los hechos urbanos desde tres grandes enfoques que en su conjunto proporcionan una visión más global del urbanismo como disciplina y que se corresponden con tres manifestaciones básicas de la praxis: el diseño urbano, la racionalidad científica-técnica y la acción política y social en el ámbito público” (Inés Sánchez de Madariaga, 1999:14).
La primera agrupa las teorías y praxis surgidas del urbanismo como extensión disciplinar de la arquitectura, y miran la ciudad como forma física susceptible de composición formal y de apreciación estética, con formas de análisis e interpretación de la misma a través de la imagen y la percepción. Enlaza el arte urbano renacentista con la morfología (estudio de las formas) de los años setenta-ochenta del siglo XX; pero también con el posmodernismo y/o la concepción de la “ciudad como espectáculo”, donde prima la estética con fines de consumo, asociado al proyecto urbano como clásica forma de intervención. También, se instala en la tradición anglosajona del diseño urbano.
La segunda interpreta a la ciudad desde una visión del urbanismo como racionalidad científico-técnica, pasando por: el higienismo, el sanitarismo; un fuerte funcionalismo, la modelística y la sistémica, hasta la crítica de los años sesenta-setenta y las reformulaciones actuales sobre su papel y grado de validez; con la planificación de los usos de suelo y las actividades en el territorio como la forma más utilizada de intervención, aunque también se trabajó con proyectos urbanos.
La tercera y última, considera al urbanismo como medio de reforma social. Se inicia con el utopismo decimonónico y llega hasta la actualidad con la apertura a la participación ciudadana de la gestión urbanística y de urbanización, pasando por la institucionalización del urbanismo reformista y como parte de la planificación urbana asociado a la planificación de la vivienda social del Estado de Bienestar tras la Segunda Guerra Mundial. Y, después de un largo tiempo se vuelve a reivindicar el derecho a la ciudad como lo pensó Henri Lefebvre (1901-1991), que no será fácil resolver, pero que está instalándose en Latinoamérica.
Una cuarta mirada se alinea con la economía regional, la economía política, la teoría de la renta o la ciudad como máquina de crecimiento, entre otras interpretaciones Entendiendo a la ciudad como principio de aglomeración, y como espacio restringido interpretando que los procesos de valor del suelo están siempre en alza, con la teoría del crecimiento urbano, o el denominado extractivismo urbano que ha irrumpido en la conceptualización de la apropiación de la naturaleza de parte del capital y de los procesos de despojo que la economía financiera está llevando a cabo en las últimas cuatro décadas dando origen al Urbanismo Neoliberal.
Una mirada actual
Este último análisis e interpretación, hoy impera tanto en la producción del espacio en general, como en las ciudades en particular y en casi todos los países de occidente. ¿Por qué? Porque en ellas se mantiene la práctica del sistema capitalista en la búsqueda perpetua de plus valor (o beneficio sin causa), cuyo logro exige a los capitalistas producir excedente plasmado en forma de urbanización en todas las ciudades o por fuera de ellas, en barrios cerrados, country clubs u hoteles para el turismo, en general apropiándose de la naturaleza. Pero también, como dice David Harvey, se cumple la relación inversa: el capitalismo necesita de la urbanización para absorber el sobre producto que genera continuamente. (Harvey, 2013: 21-22). Situación que genera una amplia exclusión de la población al desarrollo de una vida digna – haciendo imposible el acceso al suelo y la vivienda – ampliando la desigualdad, a partir de generar una pirámide poblacional con una gran base de pobres y un vértice con muy pocos que acumulan riqueza.
Contrastes urbanos de la región metropolitana de Buenos Aires.
Porque el mercado de suelo es cada vez más inaccesible, especulativo, menos transparente e imperfecto, tanto en la oferta, como en la demanda, y fuertemente orientado al alza. Situación que se agravó a partir de las políticas neoliberales que permitieron localizar, en zonas rurales y periurbanas, urbanizaciones cerradas. Se privatizó la dotación de infraestructuras, se desreguló el transporte y, en muchos municipios, quienes deben regular el uso del suelo, lo hicieron muy débilmente, situación que sigue agravando el alza del valor del suelo y la falta de respuesta al acceso a la vivienda digna y a la ciudad; ignorando cualquier política de adaptación y mitigación al cambio climático, y a una movilidad democrática.
Con la adopción del neoliberalismo como política económica en el ámbito mundial, sumado a la revolución tecnológica organizada en torno a las tecnologías de la información y comunicación, la ciudad surge como protagonista de la época en el escenario internacional o sea como espacio de inversión inmobiliaria y reproductora de los bienes raíces, y valorización de los capitales financieros globalizados. En este contexto, cambió radicalmente la concepción y el enfoque ideológico sobre el significado del espacio. En este nuevo marco, el espacio urbano recobró valor de mercado o de cambio; y, el valor social que tuvo el movimiento moderno, desapareció. La ciudad pasó a ser solo un escenario. “Las concepciones posmodernistas difieren radicalmente de las modernistas en su forma de considerar el espacio. Los modernistas ven el espacio como algo que debe modelarse en función de objetivos sociales y, por consiguiente, siempre están al servicio de la construcción de proyectos sociales; los posmodernistas conciben el espacio como algo independiente y autónomo, al que puede darse forma de acuerdo con objetivos y principios estéticos que no necesariamente se inscriben en un objetivo social englobante, excepto, quizá, la realización de algo bello, intemporal y “desinteresado” como fin en sí mismo”. (D. Harvey, 1998: 85).
Las consecuencias de estas políticas han llevado a que en muchas ciudades, la ciudadanía se organizara para presentar resistencia por parte de la población, como lo comenta David Harvey en su libro Ciudades Rebeldes. Del derecho a la revolución urbana. (2014). Recupera de esta forma el pensamiento de Henri Lefebvre que, como solución a los conflictos postindustriales, edita una serie de libros como La producción del Espacio en 1974; El Derecho a la ciudad o Espacio y Política, y otros entre 1968 y 1969. En ellos, reivindica y justifica la completa urbanización de la sociedad buscando soluciones a los conflictos. Comenta: llamaremos revolución urbana, al conjunto de transformaciones que se producen en la sociedad contemporánea para marcar el paso desde el período en el que predominan los problemas de crecimiento e industrialización a aquel otro en el que predomina ante todo la problemática urbana y donde la búsqueda de soluciones y modelos propios a la sociedad urbana pasará a primer plano.
De aquí la pregunta, ¿no será hoy el tiempo en que la sociedad urbana esté en este primer plano? Pareciera que sí. Muchas organizaciones sociales toman las políticas del derecho a la ciudad para medirlo en Observatorios (Mar de Plata, Buenos Aires y otras), y otras organizaciones mundiales como Equal Rights Coalition se suman al desarrollo y puesta en práctica de los derechos a la Justicia Espacial, que surge de conceptualizaciones con origen en Estado Unidos por Edward Soja.
Estas últimas miradas sustancian la marcada dualidad y exclusión que caracteriza a la ciudad latinoamericana, además de la expulsión de población que por décadas recibieron las ciudades desde zonas rurales. La desigualdad y la injusticia espacial y social se reproducen en las villas miseria, asentamientos informales, barrios y viviendas degradadas en cuadrícula y hasta viejos y abandonados barrios de vivienda social convertidos en guetos, producto del desempleo, sin contacto con la cultura del trabajo y con problemáticas sociales de todo orden.
La favela de Moinho, en el centro de São Paulo (Brasil), se encuentra entre un paso elevado y las vías del tren. No tiene agua, electricidad ni saneamiento públicos. Foto: Unequal Scenes.
Mientras otros estigmatizan la pobreza como fuente y origen de los problemas de inseguridad, de drogadicción u otros; el derecho a la ciudad y a la vivienda surge como necesidad. Hoy prácticamente no se desafían las lógicas del mercado inmobiliario o los modos dominantes de legalidad y acción estatal. Seguramente, las soluciones no vendrán de la mano de más de lo mismo. Es imprescindible reflexionar sobre ideas no exploradas lo suficientemente: la función social de la ciudad y de la propiedad, el derecho a la tierra, la vivienda y la ciudad, el reconocimiento de los asentamientos informales y su incorporación a la ciudad, combatir la especulación inmobiliaria y distribuir la riqueza y el plusvalor generado por los instrumentos de planificación que elaboramos.
¿Será posible otro urbanismo?
A partir de la necesidad de suelo y, lo que la teoría de Polanyi (Coraggio y Muñoz: 2018) categoriza como mercancías ficticias, la salida de las familias podría estar dentro del mismo sistema. Las políticas podrían encontrarse en el marco de la producción social del espacio, organizada solidariamente; o que el Estado decida en cada ciudad trabajar sobre la función social de la propiedad. Tema que, como se dijo, reconocen catorce Constituciones Provinciales Argentinas. Pero, es necesario discutir otro modelo de urbanismo con políticas que lo acompañen.
Hace falta entonces repensar OTRO URBANISMO.
No se puede continuar con la dualidad y fragmentación territorial que caracterizan los periurbanos en las ciudades argentinas. Esto demanda políticas inclusivas y estrategias que hasta el momento se han buscado muy débilmente.
Henri Lefebvre y El Derecho a la Ciudad
Primero deberíamos repensar la relación entre política y espacio, de la que habla Lefebvre, como una hipótesis corroborada desde los tiempos de sus escritos hasta hoy. La práctica espacial asociada indisolublemente al suelo, está directamente relacionada al cuerpo o los cuerpos, porque todos necesitamos el espacio concreto para vivir nuestra cotidianidad para que nos proteja y prevea mejoras individuales y colectivas. Siguiendo la línea de pensamiento de Polanyi y otros, se puede pensar que el suelo es una producción natural, a la que el Estado le otorga valor cuando lo planifica (cantidad de m2 que se pueden construir, entre otras cuestiones). Asimismo la cuestión del valor de cambio que adquiere el suelo en el mercado se considera una cuestión natural, cuando no lo es, situación que los gobiernos locales deberían considerar y tenerlo en cuenta en la planificación de la ciudad con fines de redistribución equitativa de la plusvalía que el mismo Estado o vecinos otorgan.
Revertir el neoliberalismo implica una amplia re – regulación, con medidas destinadas a hacer frente a los corrosivos efectos de la competencia interurbana. Una de las claves para trascenderlo es la construcción de nuevas formas de solidaridad urbana, entre ciudades y dentro de ellas. (Brenner, Peck, Theodore 2015 Pag. 240).
En línea con Lefevbre, y a modo de conclusión, se considera que el espacio no es objeto ni sujeto – que va asociado al suelo – y se trata del marco de la vida. (Lefevbre; 1974-2013.pág. 147). Y que el espacio en las ciudades se va transformando:
- El espacio Naturaleza (creado) es reemplazado por el espacio producto social.
- El espacio debe considerarse un producto que se utiliza y consume, además que el mismo interviene en su producción.
- El espacio es instrumento de la política.
- En las ciudades hay una política del espacio, porque el espacio es política. (Lefevbre; 1974-2013.pág. 52)
Esto, junto con el derecho a la ciudad, significa la constitución o reconstitución de una unidad espacio-temporal, de una unión en vez de una fragmentación. (Lefevbre.1976: pág. 19).
La apropiación del espacio como propiedad compartida en las ciudades puede contener el bien común para el desarrollo de la cotidianeidad y el trabajo. La Constitución Argentina incorpora la Convención Interamericana de Derechos Humanos estableciendo que “la propiedad -del suelo- tiene una función social”, como ya se comentó. Según esta última perspectiva del urbanismo, que puede utilizarse para analizar el fenómeno de la marcada exclusión que caracteriza a la ciudad latinoamericana, se puede observar su correlato en las desigualdades sociales. Como consecuencia de esto, desde la sociología, se retoman las ideas de Lefebvre sobre el derecho a la ciudad, surgiendo así la necesidad de garantizar el derecho a la vivienda.
Juanito Laguna va a la fábrica, Antonio Berni 1977.
¿Qué grado de responsabilidad tenemos urbanistas y especialistas en planificación urbana y territorial en que la injusticia espacial se reproduzca? Mucha. Es necesario presentar nuevas o renovadas ideas que reemplacen prácticas agotadas e injustas.
Hay antecedentes y una Ley de la Provincia de Buenos Aires (14.449/12) que establecen como uno de los principios fundamentales el Derecho a la ciudad, pero una vez reconocido que los asentamientos informales son una realidad; o sea una vez que la población ha cometido un acto de ilegalidad, tomando las tierras. La constitución incorpora la Convención Interamericana de Derechos Humanos que, en el artículo 21 establece que la propiedad tiene una función social. El Movimiento por la Reforma Urbana declaró en 2005 que La ciudad es un producto social, colectivo, y sus beneficios deben ser distribuidos igualitariamente. Hace ya muchos años que la Provincia de Buenos Aires y otras, reconocen los asentamientos informales para legalizarlos. Ahora bien, ¿qué pasa con el derecho al trabajo, la educación y la vivienda establecidos por la Constitución? ¿Quiénes y qué lo garantizan? Como dice David Harvey vivimos en un mundo en que los derechos a la propiedad privada y el beneficio aplastan todas las demás nociones de derechos.
Hay antecedentes, solo falta discutirlos en profundidad y proponerlos. Los derechos humanos que están colocados en el centro de la escena política y ética, hoy deberían convertirse en derecho a la ciudad. Esto garantizaría más concretamente el derecho a la educación, el trabajo, la vivienda y el espacio público. «Porque éste derecho es mucho más que la libertad individual, es la libertad de hacer y rehacer nuestras ciudades y a nosotros mismos, es uno de los derechos humanos más preciosos, pero también uno de los más descuidados” (Harvey: 2008).
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