Con la reciente publicación del Decreto 10/205 y la eliminación de $1867 millones destinados a programas de investigación sobre cambio climático, ambiente y ciencias sociales, el gobierno nacional profundiza el ajuste y consolida un brutal retroceso en términos de políticas públicas. Frente a este contexto, espacios como el nuestro son fundamentales para visibilizar estas problemáticas que hacen a la salud y la calidad de vida de las comunidades. Reafirmamos nuestro rol como comunicadores a la hora de poner en circulación el conocimiento y los saberes que empoderan a la ciudadanía. En este caso, el periodista Martín De Ambrosio nos comparte un adelanto de su libro El cambio climático explicado a un marciano, un material de lectura imprescindible que analiza con humor (y algo de desesperación) los efectos del cambio climático y algunas soluciones posibles.
No sé cómo es tu país, qué digo tu país, no sé cómo es tu planeta. Pero voy a suponer que sos de Marte, que es el planeta del que todos sospechan que vienen los marcianos. De hecho, acá marciano es sinónimo de ser nacido fuera de la Tierra, de extraterrestre: así como todos los originarios para los europeos fueron indígenas o indios (aunque estuvieran en América, a 14.000 kilómetros de la propia India), todos los extraterrestres son marcianos. Así que vamos a hacer de cuenta de que sos marciano y que acá no sabemos nada, o poco, acerca de cómo es la vida en Marte (aunque sabemos que no hay vida, al menos a simple vista y a simple paso de rover, pero no quiero extenderme en una lluvia de paréntesis y de ramas que florecen o ventanitas que se abren en la computadora). Vamos a suponer.
Lo que quiero es contarte de un lío muy grande que tienen, tenemos, los humanos acá en la Tierra. Descuento que ya sabés quiénes somos los humanos, porque esta carta, este libro, no se llama La humanidad explicada a un marciano. Así que partimos de la base de que sabés que somos una especie que hoy tiene más de 8.000 millones de individuos, que lleva apenas unos 300.000 años de existencia del total de 4.500 millones desde que se formó el Sistema Solar (y por ende también tu hogar). Lo que implica que, si tooodo este inmenso período de tiempo fuera comprimido a un año, la rama que desembocó en nuestra especie recién habría aparecido el 31 de diciembre a las 5 de la tarde y la historia -ese fragmento de nuestra vida en el cual pudimos empezar a contarnos cosas- apenas habría aparecido unos minutos antes de la medianoche.
Esto es algo que pensó, para dar cuenta de nuestra pequeñez, el gran astrónomo y divulgador Carl Sagan que, dicho sea de paso, los buscó a ustedes, marcianos, denodadamente, les mandó sondas, armó una red de antenas y mucho más y ustedes no le dieron ni la hora. Se murió esperando. Esos somos los humanos y ahora tenemos un problema. Este lío que te mencionaba es el cambio climático. Algunos prefieren llamarlo crisis ambiental o de otras maneras similares; se lo ha llamado calentamiento global. Dicen que la idea de crisis es más precisa y que el cambio no siempre es visto como algo negativo (no te quiero decir una palabra de las campañas políticas que lo usan a favor) y que, entonces, cuando hablamos de cambio y no de crisis, no parece tan perentoria la acción. Que lo es. Estamos hasta las manos. Ya vas a ir viendo a lo largo de estas páginas. Mirá cómo será que hasta se ha dicho que el cambio climático es la historia más importante del siglo XXI. Lo que todos los periodistas debemos contar y vamos a tener que contar, queramos o no. Así como durante el siglo XX la mayor historia para contar fueron las dos guerras mundiales, en particular la segunda, una carnicería, vos vieras, 60 millones de personas asesinadas. No sé cómo es en Marte, si los marcianos se matan los unos a los otros, pero acá es una de las tradiciones más veneradas. Andá a saber por qué. “Si matás a una persona vas preso, pero si matás a cientos de un país rival sos un patriota”, comentó un filósofo alguna vez. Lo de convertirnos en cronistas de algo inesperado pasó de manera idéntica durante una pandemia que tuvimos hace muy poco a causa de un virus y donde todos los periodistas de pronto fueron, fuimos, periodistas de la pandemia, con o sin experiencia, formados o no. Era lo que tocaba. Ahora toca esta crisis.
El astrónomo Carl Sagan y el mensaje para la vida extraterrestre enviado con la sonda Pioneer 10, lanzada en 1972 desde Cabo Cañaveral. Su destino era Júpiter y luego el borde del sistema solar. En 2003 se perdió contacto con ella cuando se encontraba a 12.000 millones de kilómetros de la Tierra.
El cambio climático, casi digo de repente, pero no, de repente no fue, sino lentamente, muy, muy lentamente, se convirtió en noticia de todos los días. Una inundación en una provincia, una lluvia inédita, una sequía histórica, países que se hunden, olas de calor multiplicadas, nuevas enfermedades y alergias, ciudades cuyas costas o se refuerzan con murallas brutales o se canalizan inteligentemente, o se anegarán quizá para siempre. Frutos que se pierden o escasean, con aumento del precio de los alimentos (aquí es donde lo biológico/climático entronca con lo social, lo propio de nuestra especie que vive en comunidad). Y más efectos: ciudades que se quedan sin agua y exigen racionar (Montevideo, Ciudad del Cabo, Ciudad de México, para empezar), glaciares que se derriten para siempre jamás con sus toneladas de agua potable que ya no entrarán por las canillas ni cursarán por un canal hasta alimentar un viñedo mendocino. La enumeración podría extenderse porque todos los días, y no es una exageración, literalmente todos los días hay noticias acerca del daño que el cambio climático genera en todos y cada uno de los países del mundo. Todo esto fue causado por el uso de la atmósfera como basurero de la producción industrial. Simple. Ya te contaré más adelante con cierto detalle, pero básicamente algo así como hace unas 300 vueltas al Sol, en lo que llamamos por acá siglo XVIII, comenzó una era de generación de bienes y servicios intensivos que dio como resultado gases que, una vez liberados, allá en la atmósfera, atrapan el calor y no lo dejan salir. Los científicos lo llaman efecto invernadero, porque es lo mismo que sucede cuando ingresa el calor a una habitación y no puede salir. Así pasa a nivel mundial, porque el planeta no entiende de las divisiones políticas: por más que haya sido Inglaterra el lugar de inicio y al cabo de los siglos unos hayan contaminado mucho más que otros el resultado es global y lo sufrimos incluso quienes no gozamos demasiado de ese progreso. Y acá es donde aparece la palabra injusticia por primera vez en estas páginas, y la verás muchas veces.
Embalse de Canelon Grande, sur de Uruguay en medio de la sequía del año 2023. Foto: Pablo Porciúncula / AFP
Te decía que este proceso empezó en esa época ya algo lejana, pero se incrementó mucho después de la Guerra Mundial que terminó en 1945 y muchísimo más en este siglo XXI, los últimos 25 años. Parece mentira porque para entonces ya la ciencia sabía claramente lo que pasaba; los políticos y los empresarios también. Pero, bueno, qué te puedo decir, el proceso ya estaba desatado y nunca encontramos el botón de deshacer. Es algo que sucede a veces con la humanidad: es como que se suelta una correa y no hay manera de detener al perro; como la caja de Pandora que cuando queremos cerrarla ya no queda casi nada adentro, salvo la esperanza (que es un castigo más, como quiere el filósofo de Flores). Y qué podemos hacer. Gran pregunta. Muchos creen que va a venir una civilización como la tuya, avanzada, avanzadísima, y nos va a dar una mano. O, lo que es casi lo mismo, va a aparecer una solución tecnológica para arreglar esto que, también, es un problema tecnológico. Que se generará un deus ex machina, me sopla un amigo de Letras, una ayuda providencial que salvará al héroe que está al borde de un precipicio y pende de una rama a punto de quebrarse. Yo creo que no, pero es difícil saberlo. Porque resulta que el cambio climático no es un asunto de apenas unos gases en la atmósfera, por más que te lo haya resumido así justo recién, en el párrafo anterior. Es un drama que abarca todas las dimensiones de la vida en la Tierra, las injusticias (segunda vez), las desigualdades, la planificación de la riqueza de unos y la pobreza y miseria de muchos. Entonces, al tener que ver con sistemas de organización social y economías, cada vez que querés arreglarlo, o lo intentás, apretás una clavija en un lado y ves cómo se te desarma de otro. Un tablero realmente complejo. }
EL CAMBIO CLIMÁTICO EXPLICADO A UN MARCIANO ¿Cómo llegamos hasta aquí? ¿Por qué usamos la atmósfera como basurero industrial? ¿Qué podemos hacer antes de que se derritan hasta los polos? Un recorrido por las grandes incógnitas de la crisis ambiental, abordadas con humor, sencillez y una pizca de desesperación. Porque si no lo arreglamos pronto, tal vez debamos buscarte un pasaje de vuelta a Marte. Y otro para nosotros.
Te pongo un ejemplo personal, si me disculpás, para que veas el nivel de complejidad. Estaba yo trabajando como periodista en 2010 en la cumbre climática de Cancún, una ciudad en el país conocido como México (ahí más o menos cerca de donde cayó el cometa que terminó con los dinosaurios hace 65 millones de años y permitió que tuviera más espacio vital una rama de animales a los que pertenecemos los Homo sapiens, los llamados mamíferos). En estas cumbres, de las que luego te hablaré un poco más largamente, los países buscan ponerse de acuerdo para encontrar soluciones a problemas globales, por decirlo así. Además de las negociaciones propiamente dichas, hay una serie de encuentros no oficiales, “paralelos” los llaman. Así que daba yo vueltas por ahí, en busca de alguna historia para contar, y me senté en uno de estos eventos paralelos donde disertaba un grupo de veganas japonesas. Aquí es donde mi memoria puede fallar, te confieso, pero lo que recuerdo de lo que escuché, un poco azorado, un poco temeroso, es que todos los problemas del cambio climático se solucionaban con sólo un cambio de la alimentación: si se eliminaran los animales, en especial los vacunos, de las dietas de todo el mundo, en poco tiempo no quedarían excesivos gases de efecto invernadero en la atmósfera. Mostraron gráficos y argumentaron de manera muy coherente. Yo, que vivo en el Río de la Plata, donde la carne es una herencia cultural de siglos, me espeluzné. Pero más allá de mi reacción personal, que solo importa porque estamos entrando en confianza y quiero que me conozcas tal como yo quiero conocerte, lo cierto es que no es tan fácil, no se puede eliminar el consumo de proteínas en un mundo donde justamente las proteínas faltan y, por el contrario, cada vez se consumen más (sobre todo de la mano del aumento de la demanda de uno de los países más grandes que tenemos y que se llama China; volveremos sobre ella porque es un actor fundamental, por supuesto). La moraleja es que no hay soluciones simples, para nada; el cambio climático, lo comprobarás en las siguientes páginas, es un problema muy, extremadamente, complejo.