Hoy es 5 de junio, y como desde hace ya 50 años, se celebra el día mundial del ambiente.
¡Ay las efemérides! ¡Estúpidas y sensuales efemérides! Convengamos algo, son útiles porque nos permiten llamar la atención sobre algún hecho puntual del pasado y traerlo al presente, pero a veces terminan siendo sólo excusas para hablar del tema ese día, ¡y olvidarnos los otros 364 días del año! Pero no seamos tan pesimistas. Las efemérides permiten articular temas con la currícula en el ámbito escolar, brindan una buena plataforma para estimular la memoria colectiva, ayudan a contextualizar noticias actuales, promueven el patrimonio cultural de una región y hasta ofrecen excelentes motivos para organizar eventos donde se come rico. Digamos todo.
Vengo proponiendo viajes imaginarios en mis notas anteriores, algunos más placenteros que otros. Así que esta vez, les invito a viajar al mundo de las efemérides. Hagamos un viaje en el tiempo. No les aseguro que termine del todo bien, pero hagamos el intento.
Estamos en junio de 1972, en Estocolmo, la capital de Suecia, junto a un montón de personas que representan a más de 100 países (entre los cuales está Argentina) y a más de 400 organizaciones intergubernamentales y no gubernamentales. Estamos en lo que luego se conoció como la Conferencia de Estocolmo, una conferencia de las Naciones Unidas sobre aspectos básicos de protección y mejora de lo que llaman en esa época: “medio humano o medioambiente”. No sé qué término me gusta menos, si el primero por dejar afuera a todo lo que no es humano, o el segundo por su redundancia. O es medio, o es ambiente. Seguramente sea algo medio obvio para ustedes lectores, pero a mí me obsesiona cómo venimos arrastrando un término redundante desde hace tanto tiempo. “Medioambiente” es como decirle a un amigo, che me voy de viaje, ¿Me cuidás la “casahogar”? ¿Le das de comer a mi “gatofelino”? ¡Te prometo “regalopresentes”!… Qué iluso, soñando con que me voy de viaje de verdad (In this economy?).
Panorama general de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano (CNUAH) celebrada en Estocolmo el 5 de junio de 1972. Crédito: Pressens Bild/AFP.
Sigamos con el viaje imaginario en el tiempo, ahora es 1974, pasaron dos años de ese encuentro que marcó lo que sería el inicio de un abordaje internacional en temas de ambiente, para aumentar la conciencia global sobre las problemáticas ambientales y desarrollar políticas y acciones para encararlas. Pasaron sólo dos años, la esperanza está intacta (ponele). Este año la Asamblea General de las Naciones Unidas instó a los gobiernos a que todos los años usen el 5 de junio para llevar adelante actividades que reafirmen su preocupación por la protección y el mejoramiento del ambiente.
Volvamos entonces al presente. ¡Le estamos celebrando el cumpleaños número 50 al Día Mundial del Ambiente! ¡Hay que tirar la casa por la ventana! Bueno… tratemos de no ser tan literales. Vengo medio pesimista, lo asumo, pero es evidente que algunos países se tomaron muy en serio el mandato de la Asamblea y SÓLO los 5 de junio se acuerdan de que hay que hacer algo con el calentamiento global, la desertificación o el riesgo de aparición de nuevas enfermedades producto de la degradación ambiental (Creo que ya se entendió lo que pienso sobre lo que a veces pasa con las efemérides, ¿no?)
Pero bueno, no me voy quejar de todo. En torno al ambiente se puede hablar de muchísimas cosas, por ejemplo de educación ambiental. Pero como hoy me levanté dispuesto a no dejar pasar ni una, quisiera dejar en claro lo que pienso respecto de la educación ambiental: no es sólamente cerrar la canilla cuando nos lavamos los dientes o no tirar basura en la calle. La verdad es que hay muchas maneras de definir a la educación ambiental, y también una interesante diversidad de enfoques, pero hay algunas palabras que aparecen siempre que se piensa de manera crítica: proceso, acción, transformación, y sobre todo conceptos como desarrollo sostenible y justicia ambiental.
Volvamos a la máquina del tiempo, pero quedémonos acá no más, y no hace tantos años. En Argentina en estos últimos años, al menos hasta el 10 de diciembre de 2023 (¡cuak!), ocurrieron muchas cosas buenas en torno a la legislación ambiental. Quizás la pandemia y los intentos del actual gobierno nacional por mercantilizar todo, nos hagan minimizar lo conseguido, pero es preciso rescatarlo y evidenciarlo. Por ejemplo, tenemos una Ley de Educación Ambiental. O en su nombre más largo, una Ley de presupuestos mínimos para la implementación de la Educación Ambiental Integral, que se aprobó por unanimidad en mayo de 2021 y que define a la educación ambiental como “un proceso permanente, integral y transversal que al aplicarse genera una visión amplia, crítica y transdisciplinar de lo ambiental.” En síntesis, la ley busca la formación de una conciencia ambiental, agregando contenidos curriculares e impulsando procesos educativos integrales orientados a una co-construcción del conocimiento ambiental en donde articulen distintos saberes, valores y prácticas, que aporten al ejercicio del derecho a un ambiente sano, digno y diverso. La educación ambiental integral defiende la sustentabilidad como proyecto social sin dejar de lado la importancia del desarrollo con justicia social, la distribución de la riqueza, la preservación de la naturaleza, la equidad de género, la protección de la salud, la democracia participativa y el respeto por la diversidad cultural, promoviendo una nueva forma de habitar nuestra casa común. Para pensar en la semana de una nueva marcha del Ni Una Menos, y en el mes del Orgullo, ¿No?
Un detalle, no menor. Hasta acá alguien podría estar pensando, “Qué bueno que la sociedad se forme y ejerza su derecho al ambiente sano, pero ¿y qué pasa con quienes toman las decisiones?” Bueno, desde 2020 hay otra ley, la ley Yolanda, que ordena una capacitación obligatoria en la temática de desarrollo sostenible y ambiente, para todos/as los/as funcionarios/as públicos/as. La ley Yolanda se llama así por Yolanda Ortiz, primera mujer en ocupar el cargo de Secretaria de Recursos Naturales y Ambiente Humano en Argentina (y la primera en América Latina), nombrada por Perón en 1973. Podríamos viajar en el tiempo para hablar un poco de ella, pero no hace falta, ¡Humboldt ya se encargó de eso! Pasen y lean la nota publicada el 12 de febrero por Julieta Nava.
Ya para ir terminando, volvamos a las efemérides. Para ellas la Asamblea de las Naciones Unidas suele elegir algún tópico especial o lema, teniendo en mente esto de que la fecha sea aprovechada también para pasar un poco a la acción. Y este año el Día Mundial del Ambiente se centra en la restauración de tierras, la desertificación y la resiliencia a la sequía.
Y eso me lleva adonde siempre quiero ir, al agua. Y en especial, a los ambientes que se estudian desde la limnología, rama de la ecología a la que me dedico, los ecosistemas acuáticos continentales. Una de las cosas que investigamos tiene que ver con lo que se conoce como “alternancia de estados hídricos”: los ciclos de sequías e inundaciones, que ocurren por ejemplo en la provincia de Buenos Aires, y por medio de los cuales podemos ver ambientes acuáticos secarse hasta poder ser atravesadas caminando, o campos donde había soja, absolutamente inundados. Este “vaivén hídrico” es en parte el responsable de la existencia del importante sistema de humedales y lagunas que tenemos en la región, y de que muchas de estas lagunas se expandan o se retraigan, con sus consecuencias sobre las actividades turísticas o ambientales, ya que son ecosistemas a los que muchos y muchas vamos a pasear, o a pescar. La sequía, como de la que salimos hace poco, tiene muchos efectos en nuestra región. Por ejemplo, combinada con altas temperaturas y baja cantidad de oxígeno en el agua, puede ser causa de mortandades masivas de peces, algo que ocurre, la mayoría de las veces de manera natural, y que nos suele llamar mucho la atención. Pero hay zonas de nuestro país y otros países donde el “estrés hídrico” es un verdadero problema. Según la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación, hasta el 40% de las zonas terrestres del planeta están degradadas, lo que afecta directamente a la mitad de la población mundial. El número y la duración de los períodos de sequía han aumentado un 29% desde el año 2000 y, si no se toman medidas urgentes, las sequías podrían afectar a más de tres cuartas partes de la población mundial en 2050.
17 de junio día mundial de la lucha contra la Desertificación y la sequía.
La Meta 6.4. de los Objetivos de Desarrollo Sostenible propone “De aquí a 2030, aumentar considerablemente el uso eficiente de los recursos hídricos en todos los sectores y asegurar la sostenibilidad de la extracción y el abastecimiento de agua dulce para hacer frente a la escasez de agua y reducir considerablemente el número de personas que sufren falta de agua”. Espero que podamos unir esfuerzos para que esto ocurra, sobre todo en los países más poderosos, que más uso y abuso hacen del agua, que es de todos.
¿Feliz? Día Mundial del Ambiente.
Arte de portada: La gran inundación Temple sobre tela / 200 x 280 cm / 2013.
Artista: Miguel D´arienzo
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