Desde la cima: el proyecto “Agua en Altura” y una apuesta a la prevención de incendios en las sierras

Hace un año, Córdoba nos desveló con los incendios que arrasaron distintos puntos de la región. Tan solo en el Valle de Punilla —centro-oeste de la provincia—, se quemaron más de 40 mil hectáreas de bosques y 26 viviendas. Brigadas forestales, vecinos, vecinas y bomberos, vienen trabajando en distintas propuestas preventivas. Este año, el proyecto “Agua en Altura” pudo concretarse y 14 tanques de mil litros de agua cada uno fueron colocados en puntos geoestratégicos, entre las localidades de La Cumbre y Los Cocos, para un posible combate del fuego.

Ahora pájaros en la ventana, añoran el agua que se inunda de río

La noche avanza, toca al viento, lo detiene. Quema el frío que desciende. El aire que vuelve: invierno. La memoria se descubre en los cerros, habita el tiempo que fue y exhibe los rastros de lo que puede volver a ser. La tierra desnuda sostiene los troncos aún sombreados por los fuegos que calcinaron el monte, apenas un año atrás. Los restos de las cenizas se hicieron valle y, entre la memoria de los y las pobladoras, queda el color de la belleza que se perdió, arrastrada en una huella de incendios que surcó Sudamérica.

“Los incendios del año pasado fueron de una violencia pocas veces vista”, comienza Santiago Fulca, jefe del cuartel de Bomberos Voluntarios de Los Cocos, donde trabaja hace 27 años. La mitad de su vida.

Pensar en la memoria de los fuegos para un cuartel de bomberos puede resultar redundante, hasta absurdo. Sin embargo, en la genealogía contemporánea de los incendios, el 2020 fue uno de los peores de los últimos 35 años: se perdieron 320 mil hectáreas de bosques, casi lo mismo que en 1988, cuando el fuego avanzó por unas 350 mil, según los datos del Instituto Gulich de la Universidad Nacional de Córdoba. Sin embargo, el 2024 es recordado por la virulencia y la cercanía a las poblaciones.

“Cuando se desarrolla así, en lo que llamamos el interfaz urbano forestal, el impacto humano es mayor, no solo en lo material, sino en lo emocional. Hay una vivencia muy fuerte y queda una marca”, dice Santiago y reconoce que esa misma marca quedó en los propios sistemas de emergencia. “A muchos bomberos que tienen la misma cantidad de servicio que yo o más, también les dejó una marca. Ven un antes y un después en el trabajo, en su trayectoria y en cómo nos dejó socialmente afectados”.

Este año pudieron concretar un sistema de prevención y combate del fuego para garantizar el acceso al agua en las zonas altas y quebradizas de los cerros. Si bien la idea surge después de los incendios del 2020, fue en abril del 2025 cuando se pudo dar una articulación entre distintos actores y organizaciones de la comunidad para lograr llevar a cabo el proyecto de Agua en Altura. En esas primeras reuniones, se comenzaron a establecer prioridades y la faltante de agua en época de incendios —invierno— en la zona de las sierras, fue el eje central para pensar en una alternativa.

“El Cuerpo de Bomberos de Los Cocos es en gran medida el protagonista principal de este proyecto”, dice Nicolás Marí, investigador del INTA Cruz del Eje y vecino de la localidad de La Cumbre. En el cuartel de bomberos y bomberas, se prepararon las bases de metal para los tanques que se construyeron con los materiales que fueron donados.
Fotos: Cuartel de Bomberos Voluntarios de Los Cocos

Entre los distintos actores de esta apuesta colectiva para la prevención participan el INTA y la Asociación Rural de Sierras Chicas, entidades que empezaron siendo el motor para establecer prioridades dentro del territorio y convocar a distintas mesas de trabajo. El proyecto tiene el apoyo de los municipios de Los Cocos y de La Cumbre, además de las donaciones particulares.

Así, se fueron reuniendo pobladores de la región junto a bomberos y la Brigada de Acción Comunitaria de La Cumbre (BAC), que nace a partir de los incendios del año pasado. “Yo estaba trabajando en el Comité de Emergencia de Los Cocos, y noté que había muchas donaciones”, comenta Nicolás. Además de agua, fruta, comida, gotas para los ojos y pilas, recibieron dinero que invirtieron en protección personal, como guantes, capuchas ignífugas y antiparras: “el fuego estaba arrasando, todos venían lastimados, era una situación desesperante. Ese fue el inicio de la Brigada de Acción Comunitaria La Cumbre, básicamente somos un grupo de vecinos y vecinas que venimos organizándonos en la prevención de incendios”.

La Brigada —asegura Nicolás— es la otra pata de la mesa que se sumó activamente en la recolección de fondos y tomó como caballito de batalla la iniciativa de Agua en Altura, en la que se venía trabajando.

En julio, llegaron los tanques de agua —denominados BINS— desde Villa María a La Cumbre. En medio de la ola polar, el camión cargado con 14 BINS arribó a las sierras como parte de la donación que surgió desde la articulación con el equipo de Nazca-Insumos ganaderos, quienes se ofrecieron a colaborar con esta iniciativa: “para nosotros es mucho más que un trabajo: es un acto de compromiso con la tierra, con la vida y con nuestra comunidad”, aseguraron.

Cada tanque de agua es un cubo liviano de 1,20 x 1,20: “son fáciles de transportar e intercambiables de lugar, si queremos moverlo en un terreno tan difícil”, explica Santiago. Con las bases listas, finalmente el 10 de agosto se terminó la primera etapa del proyecto con 14 mil litros de agua a unos 1500 metros de altura.

Puntos de encuentro

Algo ruge desde lejos, sale de adentro del paisaje. Ya no llueve, ni crece, ni desborda. Solo el crepitar de las hojas avanza junto a las pisadas. Hay una amplitud de sensaciones: el frío helado en las noches oscuras, el sol suave sobre la piel en la mañana y el calor que crece después del mediodía. Los árboles solemnes, parecen desgranarse. Algunas hojas se enrollan. El paisaje es de sequía. El invierno nítido tiene al cielo abierto por meses.

Con viento a favor, un fuego en un pajonal puede correr treinta metros por segundo. Hay dos formas de propagarse a nivel temperatura: si no hay viento, quema en un lugar, levanta mucho calor y no se desplaza. Con viento se desplaza muy rápido, pero no levanta temperatura: “aunque sea de mayor superficie, si no llega a matar a todos los microorganismos del suelo, es más beneficioso que un fuego chico”, explica Duncan Hogg, guía de montaña, paramédico y bombero profesional, a cargo de las guardias en el cerro Uritorco de Capilla del Monte.

Cada año, el final del invierno es el momento de mayor riesgo de incendios. El desastre ecológico también radica en la denominada biofauna —las aves—, ya que es el momento de nidificación de los pájaros. Mientras que por debajo, el ecosistema que subyace para que la vida continúe su ciclo en equilibrio, fue alterado.

“Se da la dualidad de que la temporada alta de incendios es la temporada baja del recurso hídrico. Si no tenés algún reservorio previsto, cuando sea la época de los incendios, no tenés el recurso”, explica Santiago.

Así, los puntos para ubicar los tanques abastecerán en parte algo de la sed del monte. Ubicados a unos 1500-1600 metros de altura sobre el nivel del mar, cerca de las nacientes de los arroyos y ríos, otra de las prioridades de este proyecto es mejorar las condiciones de los caminos pedregosos y abrir pasos para los accesos. “En la época invernal comienzan a bajar las napas, los arroyos y vertientes pierden caudal, están en bajante”, explica Santiago.

A diferencia de una llanura, el fuego se va metiendo entre las quebradas, en zonas inaccesibles, “y todo queda librado a que el bombero entre”, reconoce Santiago. En un incendio, los montes pueden levantar una temperatura superior a los 400 grados. El sonido es una de las cosas que más impresiona cuando el fuego avanza. “Si se cayó un quebracho o un algarrobo, y hay suelo barroso, está cocinado como un ladrillo. En los quebrachales, puede subir hasta más de 1000 grados. En una casa, hasta los 1500”, explica Duncan.

Uno de los puntos de encuentro para instalar una base operativa en caso de incendio será un dique fantasma que data de 1940, conocido como el dique “Los Laureles”. El camino hacia esta obra inconclusa está cargado de piedras. Se puede acceder por la ruta zigzagueante entre La Cumbre y Los Cocos, a unos 80 kilómetros de la ciudad capital de Córdoba. La subida va dejando atrás un puñado de casas que cuelgan entre los cerros en silencio. Abajo van quedando los árboles exóticos, esos que ingresaron con los inmigrantes europeos del siglo pasado, y el borde del camino se hace frágil. Entre el suelo pedregoso se estiran los molles hasta donde parece que el cielo delimita una línea horizontal infinita. El suelo se hace un pajonal extenso que respira con el viento de la parte alta de las sierras.

Allí, donde solo quedan restos del obrador y un par de máquinas oxidadas, las ruinas son una montaña de piedras encimadas, vestigios de un embalse que quedó abandonado hace 82 años. Casi un siglo después, el lugar se convierte en un punto de encuentro para el abastecimiento de agua.

En esta primera etapa, se colocaron 14 tanques aún más arriba de este dique, en una zona llamada Las Pampillas, “esa es parte de la red de agua que se está instalando”, dice Nicolás. “Yendo por el camino que se conoce como Las Antenas, que nace en Cruz Chica”, completa Santiago y suma que, allí cerca está la naciente del arroyo Cruz Grande, desde donde piensan extraer el agua para la recarga de esos tanques.

Un reservorio de 14 mil litros de agua se guarda sobre la cima de este ecosistema de pastizal, cuya ubicación fue establecida a partir de considerar puntos prioritarios, “que beneficien a todos: caminos donde hay accesos y zonas muy recurrentes de incendios. Después, esos puntos se van a ir multiplicando”, admite Santiago. “El objetivo es que los tanques estén instalados en lugares, que son distintos campos privados, estratégicos y equidistantes, para que los bomberos tengan agua, y que llegado el caso, tengan mayor capacidad para controlarlo”, resume Nicolás.

A esa altura, los jotes —unas aves inmensas y oscuras— planean observando la quebrada, mientras que sobre el lomo de los cerros, estructuras metálicas sostienen los distintos puestos de agua de mil litros cada uno.

Lo colectivo desde el territorio

“El vecino lo ve cotidianamente. Nosotros lo vemos el día que hay que subir”, dice Santiago y se pone en la vivencia de quienes tienen el riesgo de cerca. Hoy, en el Cuartel de Los Cocos son 23, junto con dos aspirantes y un compañero de reserva. Cada vez son más las personas que consideran la importancia de proteger el monte y la formación para el combate del fuego.

Hay una construcción colectiva que nace desde el territorio ante la catástrofe y habilita la organización y la puesta en marcha de alternativas comunitarias. “Es la primera vez que estamos llevando a la acción algo desde lo preventivo, eso es lo positivo, se está comenzando a concretar, porque es una red de actores y trabajo mancomunado entre instituciones y gente que está pensando y aportando”, expresa Santiago con entusiasmo.

“Hoy por hoy, el fuerte del proyecto lo está liderando la Brigada”, explica Nicolás. Son un equipo amplio que se encarga de diferentes acciones como el manejo de redes, el diseño gráfico, lo técnico, la gestión de donaciones, “junto con el apoyo de estas entidades hemos logrado darle forma y visibilidad. Hay mucha aceptación de la gente que dona, ya que ve una actividad concreta”.

Hay una segunda etapa que apuesta a construir tanques australianos, con mayor capacidad de agua. Tratar de contagiar esta iniciativa en otros lugares es uno de los vectores del proyecto, a la vez que “incentivar a vecinos y vecinas, y a los dueños de campos, para que tengan tanques de agua”, concluye Nicolás.

Las redes de solidaridad dieron cuenta —una vez más— de la fortaleza para enfrentar contextos adversos. Esta propuesta se enfoca en la importancia de lo preventivo y la planificación, luego de los antecedentes que cada año demuestran el mal manejo del fuego y la escasez de recursos del Estado para combatir los incendios.

Agosto llegó y la tierra luce resquebrajada. Son meses críticos, hasta las primeras lluvias que lavan las flores amanecidas de los frutales. La sequía y la pérdida de aguas subterráneas no son solo un factor fitogeográfico de la región. Hoy el continente se seca y los recursos de agua dulce se pierden en millones de litros diarios, utilizados por un modelo de producción extractivista que está secando la vida.

Agua en Altura es una respuesta de la comunidad a una problemática, cuyo impacto es parte de una realidad global. La contracara es la organización comunal donde, como en agosto, la oscuridad se corre un poco del día y en medio de un mundo partido, la primavera siempre crece por delante.

Maria Eugenia Marengo

Hace nueve años que vive en Capilla del Monte, al norte de la provincia argentina de Córdoba. Es Licenciada y profesora en Comunicación Social por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Magíster en Historia y Memoria (UNLP) y Doctora en Ciencias Sociales (UNLP). Trabaja en la cooperativa de comunicación Viarava de Capilla del Monte y colabora con artículos periodísticos y foto reportajes en diferentes medios digitales.

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