¿Qué sabemos del lugar dónde vivimos, en cuanto al agua? ¿Hay ambientes acuáticos en las ciudades? ¿Dónde están? ¿Por qué es tan importante conocerlos y protegerlos? Son preguntas que suelen guiar algunas de las actividades que hacemos con Exploracuáticxs, un proyecto de extensión de la UNLP con el que hacemos educación ambiental y comunicación pública de la ciencia a través del juego y el arte. Son preguntas que (nos) hacemos y que en el caso de la Ciudad de La Plata, donde vivo, llevan a respuestas y reflexiones, muchas veces asociadas a la basura y las inundaciones. Pero no nos adelantemos.
Quisiera invitarles a un breve viaje, no sin antes situarnos geográfica y culturalmente. Estamos en La Plata, capital de la Provincia de Buenos Aires, una ciudad que fue diseñada antes de ser habitada, lo que supondría la posibilidad de crear una ciudad perfecta y ubicarla en un lugar también perfecto, ¿no?. Pues no. La verdad es que el diseño del casco urbano está muy cercano a ser el ideal, con su cuadrado y sus diagonales, el eje cívico perpendicular al Río de La Plata que concentra los edificios públicos y las plazas verdes cada seis cuadras…, pero, por más que todo esto suene muy lindo, el Partido de La Plata está atravesado por 10 arroyos, con su consecuente problemática ambiental en cuanto a la ocupación del territorio. Sí, porque si hablamos de agua en las ciudades, hay que hablar de cómo nos relacionamos con ella al habitarlas.
A lo largo del tiempo la ciudad creció, y estos arroyos fueron rectificados, ensanchados, utilizados como drenajes, se entubaron y, en algunos casos, la llanura de inundación fue ocupada. Momento. ¿Llanura de inundación? Sí, ese territorio que se extiende a orillas de un río o un arroyo y que se inunda periódicamente de manera natural. A partir de estos pulsos de inundación, se forman territorios que en muchos casos son zonas de humedales. ¿Humedales? Pues claro, si de eso se trata, estamos en su día así que aprovechemos el viaje para hablar de ellos.
Pero no lo hagamos en abstracto, ¡en nuestra región tenemos unos cuantos humedales! Algunos están asociados a las cabeceras de los arroyos, por ejemplo del arroyo Pérez en el Barrio El Retiro, dónde con exploracuatixcs bailoteamos entre sus plantas e hicimos un herbario (pueden ver algo de eso en el canal de youtube). Otros están en los márgenes, como el del (permítaseme decir hermoso) arroyo El Pescado. Y hacia allá quisiera dirigir este viaje.
El arroyo El Pescado posee uno de los humedales más amplios de la zona, inundado de biodiversidad, y, lamentablemente, en peligro. Sí, se trata de un humedal lleno de vida, que está en el Partido de La Plata y que está amenazado por la expansión desordenada de la ocupación del territorio, ¿les suena? Daría la sensación que podemos mirar al Pescado e imaginar alguno de los arroyos que cruzan el caso urbano en la época de la fundación de la ciudad. Sería otro viaje, pero en el tiempo.
Ahora hagamos una pausa. Dije que en la región hay unos cuantos humedales, pero la cuenta se complica si nos ponemos a pensar si hablamos de lo mismo cuando decimos humedal. Ya que cuando los nombramos, en general podemos estar hablando de ambientes de formas muy diversas, sujetos a condiciones cambiantes a lo largo del tiempo. La Convención Relativa a los humedales de Importancia Internacional como Hábitat de Aves Acuáticas, cuyo nombre más corto es Convenio de Ramsar, define al humedal como: «Una zona de la superficie terrestre que está temporal ó permanentemente inundada, regulada por factores climáticos y en constante interrelación con los seres vivos que la habitan». En esta definición entran los pantanos, las turberas, las marismas, y todas las superficies cubiertas de agua, sean de origen natural o artificial, permanentes o temporales, estancadas o corrientes, dulces, saladas o salobres (que es una mezcla de ambas). En fin, ¡de todo! Hasta un balde que acumule agua en el patio o una bañadera podrían ser definidos así. Pero, bueno, los países que adhieren a la convención Ramsar, como el nuestro, adoptan esta definición. Si bien tiene un alcance limitado, constituye una buena herramienta estratégica para llevar a cabo programas de conservación, sobre todo en países o territorios que carecen de políticas ambientales consolidadas… Valdría decir aquí que nuestro país tiene leyes ambientales incipientes (¡que también están en peligro!), pero nos falta la Ley de Humedales. Y vaya si la necesitamos.
Pero siguiendo con la definición, cuando se pretende pasar a acciones más efectivas de investigación o de gestión, hace falta por ejemplo poder distinguir estos ecosistemas, de otros. Según una definición elaborada por especialistas de humedales de todo el país, en conjunto con organismos de gestión nacionales y provinciales, un humedal es “un ambiente en el cual la presencia temporaria o permanente de agua superficial o subsuperficial causa flujos biogeoquímicos propios y diferentes a los ambientes terrestres y acuáticos, y que cuenta con flora y fauna adaptada a estas condiciones”. Es decir, no son ni ambientes terrestres ni acuáticos. Lo que sí seguro son, son socio-ecosistemas, en donde ocurren un montón de procesos naturales, y a los que se les asocian muchísimas prácticas culturales. Y cuando un humedal es reemplazado por territorio seco, esto impacta significativamente sobre la biodiversidad, por ejemplo por la eliminación de sitios de reproducción y cría de organismos, como aves y peces, y sobre otros procesos y funciones, como la regulación hídrica frente a eventos extremos, ya que son ambientes capaces de almacenar agua y reducir las posibilidades de que ocurran inundaciones. El relleno que se hace sobre los humedales, en general para la construcción de barrios cerrados, suele ser la razón principal de grandes inundaciones en lugares que no se espera que ocurran. Cuando los humedales se modifican, es muy significativo el impacto sobre sus “servicios ecosistémicos”, o mejor dicho “bienes naturales comunes” (para salir de la visión mercantilista del hombre sobre la naturaleza). Conservar los humedales bajo el contexto del desarrollo de nuestro país cobra especial importancia al considerar su contribución a nuestra vida, el desarrollo local y regional y la conservación del patrimonio natural y cultural.
En fin… todo eso podemos pensar cuando nuestro viaje culmina (o empieza, ¿quién sabe?) en El Pescado, por ejemplo andando en kayak aguas arriba o abajo del puente ahí cerca de Ignacio Correas. Habitarlo de esa forma y tantas otras, pero siempre en sintonía con la naturaleza y en compañía de mis seres queridos, es algo que me gusta hacer mucho, y lo recomiendo. Y sí, en medio de este agitado verano, cuando de repente estamos discutiendo nuestro derecho constitucional, y la obvia importancia de contar con un ambiente sano para todxs, habitar con respeto estos espacios naturales resulta fundamental.
Por el placer que representa y con la responsabilidad que conlleva: que no prime la visión mercantilista y para unos pocos.
Lxs invito a hacer su propio viaje, a conocer para cuidar y a compartir para disfrutar.
Arte de portada: @elcarteldesuarez
0 comentarios