Un lugar en ningún lado y con un nombre inmenso.
No hay mapas inocentes. No aparecer en un mapa es una forma de violencia simbólica, pero también una oportunidad. Es un punto ciego desde donde florece lo subalternizado: lo no cartografiado es el territorio posible. Por ello el mapeo es un ejercicio de rebeldía y autodeterminación: Mapear es resistir, es desafiar la invisibilidad impuesta.
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