En el vasto entramado de la historia científica y ecológica mundial, pocas figuras pueden igualar la magnitud y la influencia de Alexander von Humboldt. Este visionario alemán del siglo XIX, conocido por su incansable curiosidad y espíritu aventurero, dejó una profunda huella en el mundo de la ciencia y la ecología, construyendo un legado que aún resuena en la actualidad.
Alexander von Humboldt nació el 14 de septiembre de 1769, el mismo año que Napoleón Bonaparte, en el seno de una familia perteneciente a la aristocracia prusiana. A pesar de haber crecido en un entorno privilegiado, tanto él como su hermano mayor, Wilhelm, experimentaron una infancia poco feliz. Su padre, Alexander Georg von Humboldt, oficial del ejército y chambelán en la corte prusiana, falleció trágicamente cuando Alexander tenía solo nueve años, dejando una profunda huella en su vida. Por otro lado, su madre, Marie Elisabeth, hija de un fabricante y terrateniente, nunca demostró un gran afecto hacia sus hijos, contribuyendo así a crear un ambiente familiar aún más frío y distante. En un intento por suplir la falta de afecto, Marie se comprometió a proporcionarles la mejor educación disponible en Prusia, asegurándose de que ambos niños recibieran clases privadas de destacados pensadores de la Ilustración.
La principal preocupación de Marie Elisabeth estaba relacionada con la idea de promover la perfección intelectual y moral de Wilhelm y Alexander, independientemente de los intereses personales de cada uno. Mientras Wilhelm mostraba una afición especial por los libros, especialmente la mitología griega y las historias de la antigua Roma, Alexander prefería sumergirse en la naturaleza, donde se deleitaba recolectando y dibujando plantas, animales y rocas. A su madre poco le importaba, ya que cuando Alexander cumplió 18 años, lo envió a la Universidad de Frankfurt an der Oder para formarse en Administración y Economía Política. Un semestre más tarde, Marie decidió que Alexander estaba listo para unirse a Wilhelm en la Universidad de Gotinga. Allí, Humboldt tuvo la oportunidad de estudiar con destacados científicos y académicos de la época. Durante su estancia, forjó una profunda amistad con el escritor y filósofo alemán Johann Wolfgang von Goethe. Esta relación resultó determinante en su vida, dado el considerable interés compartido por la naturaleza y la ciencia, ejerciendo una notable influencia en sus perspectivas científicas y filosóficas.
Entre 1789 y 1790, Humboldt continuó sus estudios en Berlín, alternando con intelectuales e investigadores, profundizando en sus intereses en geofísica y mineralogía. Al concluir este periodo, Humboldt se matriculó en la Academia de Comercio de Hamburgo, donde estudió Finanzas y Economía, cumpliendo así nuevamente con los deseos de su madre, quien esperaba que avanzara en las filas de la Administración prusiana.
Finalmente, en junio de 1791, Humboldt se inscribió en la Academia de Minería de Freiberg, completando en ocho meses un programa de estudios equivalente a tres años.
Pese a haber crecido en un entorno acomodado, Alexander von Humboldt experimentó en su juventud una vida marcada por la soledad y muchas limitaciones. La severa figura de su madre, que vigilaba de cerca cada paso de Humboldt, terminó por moldear en él una personalidad adaptada a los deseos y aspiraciones maternos.
Desarrolló así una lucha interna constante entre su vanidad y su soledad, entre el deseo de recibir elogios y el anhelo de independencia. Humboldt nunca contrajo matrimonio. Aunque mantuvo relaciones intensas con jóvenes científicos, su verdadero gran amor siempre fue la ciencia, por la que llevaba su cuerpo al límite. En Freiberg, cada mañana se levantaba antes del amanecer para explorar minas, investigando su construcción y métodos de trabajo. Luego, asistía a seminarios y clases sobre minerales y geología. El resto del día lo dedicaba a paseos, donde estudiaba la influencia de la luz en las plantas y recolectaba numerosas muestras botánicas.
Hacia 1796, tras batallar durante más de un año contra el cáncer, Marie Elisabeth fallece. Ninguno de los hermanos asistió al funeral. Liberado de alguna manera del yugo de su madre, a los veintisiete años, Humboldt no dejó pasar esta vez la oportunidad de finalmente ser dueño de su propio destino.Tan solo cuatro semanas después, anunció los preparativos para su “gran viaje” y así se lo contaba a su amigo Karl Freiesleben justo antes de zarpar el 5 de junio de 1799 hacia Sudamérica: Trataré de averiguar cómo las fuerzas de la naturaleza interactúan entre sí y cómo el entorno geográfico influye en la vida vegetal y animal. En otras palabras, debo averiguar sobre la unidad de la naturaleza1
Viaje al Nuevo Mundo
En 1798, aproximadamente un año y medio después de la muerte de su madre, Humboldt viajó a París para visitar a su hermano. Durante su estancia, tuvo un encuentro fortuito con Aimé Bonpland en el pasillo de la casa donde se hospedaban. Este encuentro con el joven botánico marcó el inicio de una fructífera sociedad que alcanzaría su punto culminante en la expedición por Sudamérica.
Al concluir ese año, Humboldt y Bonpland abandonaron París y se dirigieron a Madrid con el propósito de agilizar los preparativos para su próxima expedición a Sudamérica. A mediados de 1799, se embarcaron en el Pizarro, llevando consigo una extensa colección de cuarenta y dos instrumentos, que iban desde telescopios y microscopios hasta un gran reloj de péndulo y brújulas. Cada instrumento estaba meticulosamente embalado en cajas forradas de terciopelo, junto con frascos para almacenar semillas, muestras de tierra, resmas de papel, básculas y diversas herramientas.
El 16 de julio de 1799, después de cuarenta y un días de travesía desde La Coruña, avistaron Cumaná, la capital de Nueva Andalucía, una provincia en la Capitanía General de Venezuela y parte del imperio colonial español que se extendía desde California hasta la punta meridional de Chile. La primera visión del Nuevo Mundo les ofreció una franja exuberante de palmeras y plataneros a lo largo de la orilla, mientras que al fondo, imponentes montañas asomaban entre las nubes.
La expedición de Alexander von Humboldt y Aimé Bonpland en Sudamérica representó una proeza científica inédita para la época que abarcó diferentes hitos trascendentales. Remontaron el Orinoco, enfrentándose a la hambruna y a la amenaza constante de jaguares. Exploraron el río Negro, un afluente del Amazonas, y fueron los primeros en adentrarse en el mítico Casiquiare, un canal natural de trescientos kilómetros que conecta los sistemas fluviales del Orinoco y el Amazonas, previamente considerado por algunos como una leyenda. Desafiaron la insolación en los desiertos de salitre, enfrentaron vendavales y tormentas eléctricas, y experimentaron aguaceros interminables bajo las enramadas de la selva. Sortearon el abismo desde el lomo de las mulas en los desfiladeros del Quindío, desafiaron los escorpiones del Cauca, las ranas venenosas de Dagua y las noches infestadas de mosquitos de Magdalena.
Alexander von Humboldt y Aimé Bonpland en la selva amazónica del río Casiquiare. Óleo de Eduard Ender, 1850
En el año 1802, Alexander von Humboldt y Aimé Bonpland protagonizaron una gesta sin precedentes al escalar el famoso volcán Chimborazo en los Andes ecuatorianos. En aquel entonces, esta montaña era considerada la más alta del mundo, con casi 6400 metros de altura, ubicada a 160 kilómetros al sur de Quito, en lo que hoy es Ecuador.
Para el ascenso al Chimborazo, los exploradores se valieron de instrumentos como un barómetro, un termómetro, un sextante y un aparato llamado cianómetro para medir el azul del cielo. Aún con los dedos entumecidos y en cornisas peligrosamente estrechas, Humboldt manejaba sus instrumentos y anotaba meticulosamente todo en su cuaderno, incluyendo todas las especies que observaban, hasta las más diminutas.Llegando a los 4700 metros, los porteadores que hasta ese momento acompañaban a los exploradores se negaron a seguir. Humboldt, Bonpland, Carlos Montúfar2 y José, un criado mestizo que los venía acompañando desde Cumaná, tuvieron que repartirse los instrumentos y seguir por su cuenta. El frío les había dormido los pies y las manos, pero Humboldt seguía teniendo fuerzas para manipular los delicados tornillos y palancas, y colocar sus instrumentos cada determinada cantidad de metros.
Llegados a un punto, la niebla y el frío penetrante dominaban la travesía, hasta que de repente, la niebla se abrió y ante los aventureros emergió la blanca cumbre del Chimborazo por encima de sus cabezas. Inmediatamente, advirtieron una inmensa grieta ante ellos, imposible de sortear: veinte metros de anchura y aproximadamente ciento ochenta de profundidad. No había otra vía para llegar a la cima.
Humboldt midió la altitud y vio que indicaba 5917 metros: estaban a apenas 300 metros del pico. A pesar de no haber llegado a la cumbre, se sentían en la cima del mundo. Nadie había subido nunca tan alto, ni siquiera los primeros aeronautas con sus globos en Europa. Esta colosal hazaña sobre el majestuoso volcán significó el punto de partida de su nueva visión de la naturaleza: el Natürgemälde3.
En los cinco años de expedición por la América Española y los más de 10.000 kilómetros recorridos4 Humboldt se dedicó a cartografiar minuciosamente la región con el objetivo de descubrir y recolectar una vasta cantidad de muestras botánicas y zoológicas. Además, realizó extensas observaciones y mediciones que sentaron las bases para la comprensión de la geografía física y la climatología de Sudamérica, contribuyendo significativamente al conocimiento científico de la región y revolucionando nuestra mirada respecto a la unicidad e interconexión de la naturaleza.
A su regreso a Europa, Humboldt tuvo una recepción fervorosa. Había explorado y documentado la fauna, flora, geografía y etnografía latinoamericanas en la expedición científica más ambiciosa realizada hasta entonces. Este viaje moldeó su vida y su pensamiento, convirtiéndose un personaje legendario en todo el planeta.
Posteriormente, vivió en ciudades como París y Berlín, recorrió Rusia y los montes Urales hasta el macizo de Altai, el punto de encuentro entre Rusia, China y Mongolia, pero nunca dejó de añorar los remotos brazos del Orinoco, la majestuosidad de los Andes y la selva iluminada por luciérnagas.
El legado
A medida que profundizamos en el estudio de los problemas ambientales contemporáneos más importantes de nuestra época, nos damos cuenta de que no pueden ser comprendidos de forma aislada. Se trata de problemas sistémicos que se encuentran interconectados y que requieren en muchas ocasiones abordajes transdisciplinares. Esta visión se la debemos a Humboldt. Resulta útil recordar que en el periodo histórico en que el naturalista se desarroolló, las ciencias tendían más bien a provocar rivalidades interdisciplinarias, por ejemplo, entre la física y la química. Humboldt animó a sus colegas a involucrarse en una colaboración global y sistemática con el propósito de desarrollar nuevos abordajes holísticos e integradores, como la geografía física o la biogeografía.
Esta perspectiva parte de entender a la naturaleza como una fuerza global, una totalidad viva. Aunque esta concepción tiene antecedentes en la filosofía de Kant y Schiller, y especialmente en el pensamiento de su amigo Goethe, durante su paso por Sudamérica, Humboldt pudo consolidar y materializar esta mirada. Las implicancias de percibir la unicidad de la naturaleza tuvieron un impacto duradero, dando origen a nuevas aproximaciones al mundo natural y, en última instancia, a la creación de disciplinas emergentes. La ciencia de la ecología, por ejemplo, o la ecología política, y hasta en nuestros días, la ecología queer, son deudoras de este enfoque holístico e integrador que Humboldt adoptó como fundamento para diversas exploraciones.
A lo largo de su vida, Humboldt abordó temas como la naturaleza, la ecología, el poder imperial y la política, estableciendo conexiones entre ellos para analizar y cuestionar la desigual distribución de tierras, comprender las funciones esenciales de los bosques en el ecosistema y el clima, los monocultivos, la minería, la violencia hacia los grupos tribales y las condiciones laborales de los indígenas. Se convenció, sobre todo, de que estas cuestiones sociales, económicas y políticas se hallaban estrechamente relacionadas con los problemas ambientales.
Humboldt fue un crítico implacable del colonialismo y la esclavitud, respaldando activamente las revoluciones en Latinoamérica. Su influencia fue tan significativa que, de alguna manera, contribuyó con sus ideas a la liberación de parte del continente. Las críticas de Humboldt al poder imperial, así como sus deslumbrantes retratos de la gente y el paisaje, e incluso dos de sus mapas, se convirtieron en elementos que el libertador Simón Bolívar, amigo cercano de Alexander von Humboldt, llevó consigo al embarcarse en Europa hacia América en su cruzada independentista.
Influenciado por el ideario revolucionario francés de libertad e igualdad, Humboldt estableció una relación de profunda admiración con Estados Unidos. Sin embargo, nunca dejó de criticarlo por no abolir la esclavitud y el colonialismo. En mayo de 1804, tuvo la oportunidad de expresar personalmente su rechazo al esclavismo a Thomas Jefferson, el ilustre tercer presidente de los Estados Unidos, quien lo recibió con gran entusiasmo, considerándolo como una de las joyas más destacadas de la época5. A Humboldt le debemos no solo su genialidad y arrojo, sino también la creación de nuevas técnicas de visualización basadas en la representación gráfica de fenómenos. Un ejemplo notable es su famoso «Naturgemälde der Anden» donde ilustra magistralmente las regiones ecuatoriales. Valiéndose del lenguaje artístico creó una obra que describe la geografía de las plantas, en donde en lugar de seguir un esquema académico tradicional para ordenar las especies, colocó los nombres y las descripciones de las plantas a los lados del dibujo.
En el Naturgemälde Humboldt utiliza el Chimborazo para ilustrar comparativas de plantas por altitud, consolidando su trabajo en la promoción del concepto de unidad en la naturaleza. Este trabajo fue el inicio de una forma diferente de entender la naturaleza, pues presentaba las relaciones entre la geografía, el clima y las plantas de una forma comparativa.
Los libros, diarios y cartas de Humboldt nos revelan la figura de un visionario, un pensador sumamente adelantado a su época. En su revolucionario tratado Ensayo sobre la geografía de las plantas, planteó la concepción pionera de las zonas de vegetación, extensas áreas geográficas con características climáticas y vegetales similares que se distribuyen a lo largo del planeta. Hasta ese momento, nadie había planteado el estudio de las plantas desde esta perspectiva innovadora. La botánica de siglos pasados se había enfocado principalmente en la clasificación de las plantas. Estas solían ser organizadas según sus propiedades medicinales, su valor ornamental o su comestibilidad.
En un tiempo en el que otros científicos se empeñaban en descubrir leyes universales, Humboldt afirmaba que la naturaleza debía ser experimentada a través de los sentimientos, incluso de la imaginación. El explorador alemán logró transformar la observación científica en una narrativa poética, en un conmovedor esfuerzo por comunicar y fomentar el amor a la naturaleza.
Alexander von Humboldt tiene más lugares designados en su honor que ninguna otra persona en el mundo, siendo uno de sus logros más importantes hacer la ciencia accesible y popular. Todxs aprendieron de él: granjerxs y artesanxs, estudiantes y profesorxs, artistas y músicxs, científicxs y políticxs. A diferencia de otros científicos famosos, Humboldt no se destacó por un descubrimiento en particular o un logro concreto. Su legado radica en su visión holística del mundo natural y su capacidad para transmitir esa comprensión a través de sus escritos. En un mundo donde a menudo trazamos una línea divisoria entre las ciencias y las artes, entre lo subjetivo y lo objetivo, la visión de Humboldt de que sólo podemos aprehender la verdadera naturaleza si empleamos nuestra imaginación, lo coloca como un adelantado a su tiempo.
Alexander von Humboldt, sin lugar a dudas, dejó una marca indeleble en la historia a través de sus intrépidas expediciones y sus valiosas contribuciones científicas. Fue el verdadero descubridor de América y educó al mundo sobre su belleza y majestuosidad. Su incansable curiosidad le permitió comprender las interconexiones e interdependencias de la naturaleza revolucionando nuestra percepción del mundo natural.
Alexander von Humboldt en la sala de su biblioteca en Berlín.
Humboldt ejerció una profunda influencia en las mentes más destacadas de su época, inspirándolas en diversos campos como la revolución, la teoría de la evolución, la ecología, la conservación, el arte y la literatura. Sus escritos deslumbraron no solo a naturalistas y escritores como Darwin y Goethe, sino también a políticos como Jefferson o Simón Bolívar. Ideas como las de Humboldt fueron las que llevaron a John Muir6 a construir su ideario preservacionista, y a Thoreau a escribir su «Walden»7.
De esta manera, Alexander von Humboldt se erige en nuestros días como un faro de inspiración. Su visión holística e integral de la naturaleza resultó determinante en la forma en que percibimos el entorno. Visibilizó las injusticias del sistema colonial y de su matriz extractivista, evidenciando al mismo tiempo el impacto humano en la naturaleza. En un momento en que investigadores y científicos de todo el mundo buscan comprender y anticipar las consecuencias globales del cambio climático, el enfoque transdisciplinario de Humboldt recobra una enorme importancia.Su legado sigue vivo, guiándonos en la búsqueda del conocimiento y la apreciación de la belleza y complejidad de ese conjunto natural animado y movido por fuerzas internas que llamamos mundo.
- Humboldt 1973; texto citado por Botting 1973, 64. ↩︎
- Carlos Montúfar fue un noble y militar criollo considerado uno de los libertadores del actual Ecuador. Conoció a Humboldt en 1802 cuando este y Bonpland arribaron a Quito para ascender al Chimborazo. A partir de ese momento Montúfar y Humboldt construyeron una relación personal que se extendió durante el resto de la expedición americana, incluso hasta su regreso a Europa. ↩︎
- Naturgemälde, palabra alemana intraducible que puede significar una pintura o cuadro de la naturaleza, pero que al mismo tiempo entraña una sensación de unidad o integridad. ↩︎
- El itinerario completo de esta aventura en la América española incluyó los actuales territorios de Venezuela, Ecuador, Colombia, Perú, México, Cuba y Estados Unidos. ↩︎
- Thomas Jefferson a Carlo de Vidua, 6 de agosto de 1825, AH, Cartas EE. UU.
2004, pág. 171 ↩︎ - John Muir, también conocido como «El Padre de los Parques Nacionales», fue un autor, naturalista, filósofo ambiental y botánico escocés. Escribió más de 300 artículos y 10 libros, donde narró sus viajes y exploraciones. Estas publicaciones ejercieron en su mimento un notable impacto en la sociedad de su época, lo que le valió el reconocimiento como precursor del movimiento preservacionista en los Estados Unidos. ↩︎
- «Walden«, originalmente titulado «Walden, la vida en los bosques», es un ensayo escrito por Henry David Thoreau y publicado en 1854. Este texto, considerado uno de los más famosos de no ficción escritos por un estadounidense, narra los dos años, dos meses y dos días que Thoreau vivió en una cabaña que él mismo construyó cerca del lago Walden. A través de esta experiencia de vida solitaria al aire libre, donde cultivaba sus propios alimentos y registraba sus vivencias, Thoreau buscaba demostrar que la verdadera vida del hombre libre se encuentra en la naturaleza, lejos de las ataduras de la sociedad industrial. Además, pretendía resaltar la importancia de comprender los recursos naturales, sus reglas y recompensas, como un camino esencial que el ser humano no debe olvidar.
↩︎
Excelente nota, Hernán. Un lujo leerte.